Barracas al Sur - La creación del Partido. Nicolás Avellaneda


El 7 de abril de 1852 se creó el Partido de Barracas al Sur sobre la superficie de los tres primeros cuarteles de la antigua jurisdicción de Quilmes. La demarcación de los tres cuarteles que formaron primitivamente el Partido de Barracas, era conocida desde principios del Siglo XIX, pues los jueces de Paz de Quilmes hacían referencia de ellos en sus informes al Gobierno de la Provincia, especialmente entre los años 1832 y 1852, al dar cuenta de la actividad de sus alcaldes y tenientes alcaldes.

Mediante estos informes sabemos que los limites del cuartel 1º eran el Riachuelo al Norte, desde la desembocadura del Maciel hasta el Paso Chico; el Maciel al este, hasta su confluencia con el arroyo Sarandí; línea desde este punto hasta la chacra de Panelo, en el deslinde de Lanús con Lomas de Zamora formaba el límite Sur; y el límite oeste se formaba tirando a su vez una línea desde el ultimo punto señalado al Paso Chico.

EI cuartel 2, abarcaba por el norte el Riachuelo desde el Paso Chico al de la Noria; por el oeste la línea Paso Chico, Chacra de Panelo; por el oeste una línea desde el Paso de la Noria al Monte de Torres o Monte Grande, y de allí al Monte Chingolo, y el limite sur, desde el último punto citado a la Chacra de Panelo.

En cuanto al cuartel 3, sus limites eran los del sur de los cuarteles 2 y 1, como límite norte; y el arroyo de las Piedras, la Cañada de Gaete, el Arroyo Santo Domingo y el Maciel como límites sur y este. Quedaban fuera de la jurisdicción de Barracas tierras al sud del-Santo Domingo y la costa del Río de la Plata hasta la orilla este del Maciel.

EI Partido limitaba con las propiedades de Antonio Demarqui, Lorenzo Torres e Eyzaguirre al noreste; con las de Ojeda Obligado y Ortega al sudeste, y con las de Justo González y el Monte Grande al suroeste. Es decir los tres antiguos cuarteles de Quilmes formaban el Partido y dentro de éste, la región de Las Lomas de Zamora.

EI Juez de Paz de Quilmes, don Martín José de la Serna, designado por el nuevo Gobierno de la Provincia, formado inmediatamente después de la Batalla del Palomar de Caseros, fue el mentor de la creación del nuevo Partido, fraccionando la extensa jurisdicción de Quilmes que databa del siglo XVIII, fundándola en razones de mejor administración y de más rápido progreso para los pueblos.
 
Juez de Paz de Barracas, desde el 15 de abril de l852, Presidente de su primera Municipalidad, al constituirse éstas en todos los partidos de la Provincia por mandato de la primera Ley Orgánica, De La Serna fue un probo funcionario de la administración pública provincial.

Organizado jurisdiccionalmente, Barracas al  Sur entró en un período de franca evolución y no escapó al cambio de nombre impuesto por las circunstancias y voluntad del Director Provisorio de la Confederación General Justo José de Urquiza, que se había hecho cargo del Gobierno de la Provincia, quien por Decreto del 2 de setiembre de l852 le impuso el de Villa Constitución, que solo apareció en contados documentos oficiales perdiéndose luego en el curso de los agitados días que pasaban.

Datos censales, del año 1854 dieron para el Partido una población de 4.921 habitantes.



El Registro Estadístico Provincial, en su reseña sobre los partidos de la Provincia de Buenos Aires, dice en el año 1855 que “de los (partidos) que aparecen del sur, solo merece mención Barracas del Sur, cuyos establecimientos de toda clase corresponden a su proximidad a la Capital; y a ser él, el almacén y laboratorio de gran parte de las riquezas que vienen de nuestra campaña" señalando la cantidad de personas dedicadas a distintos profesiones y oficios, y el número de los más importantes establecimientos industriales.



En el año 1856, según el informe del Juez de Paz y  Presidente de la Municipalidad don Martín José De La Serna, los cuarteles del  Partido de Barracas al Sur eran ocho. Habiéndose divididos los tres cuarteles primitivos para una mejor administración y un mejor ejercicio de las funciones policiales.

Por resolución Nº 2864 de fecha 6 de septiembre de 1875, el Gobierno de la Provincia aprueba la traza del Pueblo Valentín Alsina dentro del territorio del Partido de Barracas al Sur, solicitada por Daniel Soler. Es el primer pueblo formado, luego de la creación del Partido en el año 1852.

Por ley de la Provincia de Buenos Aires, promulgada por el Gobierno en fecha 23 de octubre de 1895, se le confiere el título de la Ciudad al Pueblo de Barracas al Sud, cabecera del Partido.

Por ley de la Provincia de Buenos Aires Nº 2830, promulgada por el Gobierno el 11 de enero de 1904, se le da el nombre de Avellaneda a la Ciudad y Partido.

Por ley de la Provincia de Buenos Aires Nº 3139, del 31 de diciembre de 1908, con parte de su territorio se ensancha el Partido de Lomas de Zamora, dándosele al de Avellaneda nuevos límites.

Por decreto de la Intervención Federal en la Provincia de Buenos Aires, de fecha 29 de septiembre de 1944 con parte de su territorio se crea el Partido de "4 de Junio" (hoy Lanús).

En el año 1860 se habilitó al culto de la Iglesia Catedral de la Asunción, cuya construcción se inició por colecta pública en 1854.

En 1890, se abre al servicio público el Mercado Central de Frutos, gigantesca construcción a la que convergían los rieles de los ferrocarriles de la Provincia.



Nicolás Avellaneda
Nació el 3 de octubre de 1837. Era hijo de Marco Avellaneda, muerto por su oposición a Juan Manuel de Rosas. Cursó estudios de derecho en la Universidad de Córdoba.

Fundó el periódico “Eco del Norte” en Tucumán, su provincia natal. Luego se trasladó a Buenos Aires, donde trabajó como periodista en el diario “El Nacional” y colaboró en “El Comercio del Plata”.

Posteriormente se desempeñó como profesor en la UBA. Publicó “Estudio sobre las leyes de tierras públicas”. Se interesó por la relación entre la propiedad de la tierra, su labor y la cuestión demográfica, vinculada al desarrollo nacional. Se desempeñó también como ministro de la provincia de Buenos Aires, gobernada entonces por Valentín Alsina.

Posteriormente, bajo la presidencia de Sarmiento, llevó a cabo su vasto programa educativo desde el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública. Durante su presidencia debió afrontar la gran crisis económica internacional iniciada en 1873, para lo cual dispuso reducciones presupuestarias, incluyendo despidos y rebajas de sueldos a empleados públicos. Adhirió a la consigna alberdiana de “gobernar es poblar” promoviendo la sanción de la “Ley de Inmigración” en 1876, conocida como “Ley Avellaneda”. Es este uno de los aspectos centrales de su gestión a la que debe agregarse la continuidad de la política educativa, iniciada con Sarmiento.

Con el desarrollo y dominio de técnicas de enfriamiento y la llegada de barcos equipados a tal fin, comienza una nueva época de crecimiento en las exportaciones de carne congelada. Además, debido a la crisis, la restricción de compras al exterior estimula un leve principio de desarrollo de la industria local. En 1877, Carlos Pellegrini, junto a Roque Sáenz Peña y Vicente Fidel López, entre otros, funda el Club Industrial. A su vez, con el incipiente desarrollo de organizaciones obreras se produce la primer huelga reivindicativa, protagonizada por la “Sociedad de Tipógrafos”, lográndose la conquista de la jornada laboral de 10 horas y 12 en invierno.

En 1878 y 1879 se llevó a cabo, mediante la conducción militar de Julio Roca, la expulsión y exterminio de los pobladores indios de vastas extensiones de tierras en la denominada “Campaña o Conquista del Desierto”. Millones de hectáreas serán distribuidas entre relativamente pocas familias. Entre aquellos indios que lucharon contra el sometimiento, los que no murieron o se ocultaron fueron tomados prisioneros con sus familias. Buenos Aires vio desfilar contingentes de indios que eran trasladados por la fuerza hacia la Isla Martín García y muchas mujeres, separadas de su grupo familiar, fueron entregadas para tareas de servicio doméstico.

En 1880 Avellaneda envió al Parlamento la Ley de Federalización de Buenos Aires, (la cual será sancionada en agosto de 1880). En desacuerdo, el gobernador Carlos Tejedor se subleva en la llamada Revolución del 80, pero es derrotado por el ejército al mando de Roca (quién asumirá la presidencia el siguiente período). Hasta la resolución del conflicto, por un corto lapso de tiempo Avellaneda dispuso trasladar la sede del gobierno al pueblo de Belgrano.

Finalizado su período presidencial fue electo senador por Tucumán y posteriormente Rector de la Universidad de Buenos Aires. Fallece en alta mar cuando regresaba de Europa donde había ido a tratarse de una enfermedad. En 1861 se había casado con Carmen Nóbrega Miguens con quien tuvo 12 hijos.

Situación geográfica

El partido de Avellaneda en la Provincia de Buenos Aires, ocupa la parte aluvional sudeste de la llamada «cuenca del Riachuelo - Río de la Matanza», entre la meseta de las Lomas de Zamora y de Quilmes, y el Río de la Plata.

Su situación astronómica, determinada en e1 año 1910 por los geógrafos Urien y Colombo, es 34:40 de latitud sur y 58:21 de longitud oeste de Greenwich. La geográfico-política esta delimitada al norte por el Río de la Plata, al noroeste por el Riachuelo, al sudeste por el partido de Quilmes y al sudoeste por el de Lanús.

El Riachuelo es asimismo el límite entre la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por convenio establecido entre la Nación y la Provincia, aprobado por el Decreto Nº 22.500 del 16 de setiembre de 1948 y ratificado por la ley Nº 5448.


Altura
Altura máxima de la cota de nivel: 7,85 mts. sobre el O. del Instituto Geográfico Militar (8,49 mts sobre el O. del Riachuelo) en la marca situada en el cruce de las calles Fabíán Onsari y Campichuelo.

Altura mínima de la cota de nivel: 1,07 mts sobre l O. del Instituto Geográfico Militar (1,62 mts sobre el O. del riahcuelo) en la marca situada en el cruce de las calles Paramaribo y Godoy Cruz.

La altura máxima señala la presencia de la meseta de Buenos Aires en las barrancas que las Lomas de Zamora y de Quilmes, y la mínima por los arrastres del alto que conforman la cuenca del Riachuelo.


Superficie
52,84 kilómetros cuadrados.


Integración política del Partido
Ciudades: Avellaneda (Ley del 28 de octubre de 1885).
Wilde (Ley 8.536 del 22 de octubre de 1975).
Sarandí (Ley 10997 del 1º de octubre de 1990).

Localidades: Dock Sud, Crucecita, Domínico, Piñeiro y Gerli.


Gobierno
A cargo de una Municipalidad compuesta de un Departamento Ejecutivo (Intendente Municipal), y un Departamento Deliberante (Concejo Deliberante). Régimen estatuído por la Constitución de la Provincia de Buenos Aires y reglado por la Ley Orgánica de las Municipalidades.

Sede Obispal Avellaneda - Lanús
El 10 de septiembre de 1961 se realizó la erección canónica del Obispado de Avellaneda, que comprendió, en principio, los Partidos de Quilmes, Berazateguir, Florencio Varela y Avellaneda. Posteriormente el Obispado se circunscribió al Partido de Avellaneda.
El 24 de abril de 2001, Juan Pablo II unió a la diócesis de Avellaneda el partido de Lanús, desmembrado de la diócesis de Lomas de Zamora, creando la diócesis de Avellaneda-Lanús. La nueva circunscripción eclesiástica comprende el territorio que tuvo el antiguo Partido de Barracas al Sud desde 1865.

1886 - Creación del Concejo Deliberante y de la Intendencia Municipal

El 5 de marzo de 1886 la Legislatura de la Provincia sancionó una nueva Ley Orgánica de las Municipalidades que llevó el número 1810.
 
La nueva ley era más completa que la anterior, de 1873, e introducía innovaciones en materia de administración que daban una mayor autonomía a las comunas; determinaba al igual que la anterior que la administración estaría a cargo de una municipalidad, pero esta nueva ley establecía que los miembros durarían dos años en sus funciones y serían nombrados por elección popular directa (art. 1º). Los miembros se renovarían por mitades anualmente (art. 8º).
 
También como la anterior determinaba que cada Municipalidad se constituiría en un departamento ejecutivo el que estaría a cargo de una sola persona con el título de intendente y que los demás miembros formarían otro departamento que se llamaría Concejo Deliberante (art. 2º).
 
Con esa ley nació la denominación moderna de los departamentos municipales, se creó el título o cargo de intendente municipal, que suplantó al de presidente de la municipalidad y el cuerpo municipal pasó a denominarse Concejo Deliberante.
 
Por ejercicio de esta Ley se realizaron en el Partido de Barracas al Sur las elecciones para designar al primer Intendente Municipal y a los concejales que integrarían el Concejo Deliberante. Fue Intendente Juan Recarte y Secretario José María Durruty; Concejales Daniel Solé (Presidente del Concejo), Juan Ruiz Díaz y Juan Bautista Palaá, Secretario del Concejo Emilio Barceló.

Autoridades del Partido - Listado de autoridades comunales

Al momento de crearse el Partido de Barracas al Sud, la primera autoridad (como en todos los partidos existentes en la Provincia entonces) se denominó Juez de Paz. El primer Juez de Paz de Barracas al Sud fue don Martín de la Serna. Una calle lleva su nombre.

En el año 1855, se creó el cargo de Presidente de la Municipalidad para la administración de los partidos de la Provincia, mediante la sanción de la primera Ley Orgánica de las Municipalidades, que sustituyó al Juez de Paz en aquellas funciones. El Presidente era ayudado en sus tareas de administración por cuatro vecinos que llevaron la designación de municipales y un secretario de la Municipalidad.

El primer Presidente de la Municipalidad fue también don Martín José De La Serna; los primeros vecinos municipales don Ramón Gómez, don Roque Correa, don Pedro Alais y don Francisco Portela. El secretario era don Manuel Estevez y Caneda. A don Francisco Portela lo recuerda una calle del Partido de Lomas de Zamora y a don Manuel Estévez, una calle de la Ciudad de Avellaneda.

En el año 1886, otra ley de la Provincia suplantó a la anterior y para la administración de los partidos se establecieron dos departamentos que juntos, conformaron la Municipalidad; el Departamento Ejecutivo, a cargo de un intendente, que suplanto al antiguo Presidente de la Municipalidad y un Departamento Deliberativo, llamado Concejo Deliberante, con un presidente y varios vecinos concejales, que suplantaron a los vecinos municipales.

Esta forma de administración de los partidos sigue igual desde entonces; solo varió la cantidad de vecinos que integran el Concejo Deliberante, porque se han venido aumentando, de acuerdo al aumento de población.

El primer Intendente Municipal fue don Juan Recarte y el primer Presidente del Concejo Deliberante, don Daniel Solé. Entonces había solo dos concejales que eran don Juan Ruíz Díaz y don Juan Bautista Paláa, todos elegidos por el voto popular, que se practicó entonces por vez primera en el Partido de Barracas al Sud. A don Juan Bautista Paláa lo recuerda una calle de la Ciudad de Avellaneda.


LISTADO DE AUTORIDADES COMUNALES

Martín José De la Serna 1852/1853/1856-57

Norberto Ramírez 1852-53

Pedro Alais 1853-55

Enrique O’Gorman 1855 / 1864-67

Pedro Sánchez 1855-56

Manuel Estévez 1857-59 / 1859-60 / 1874-75 / 1879-80 / 1889-90

Gabino Echaburu 1859 / 1871-72

Lucas Galigniana 1861-64

Isidoro Silges 1867-69 / 1873-74 / 1876-79

Juan M. Núñez 1869-70

Antonio Cambaceres 1870-71

Juan Manuel Ocantos 1875

Julio Panthou 1875

José M. Sáenz Valiente 1875-76

Elías Arauz 1880-84

Daniel Solé 1884-86

Juan Recarte 1886-87 / 1893-95

Nicanor Basavilbaso 1887-89

Enrique Fernández 1890-91

Luis Goenaga 1891-93

Manuel Beguerestain 1893

Guillermo F. Gaebeler 1895-97

Alberto Kesley 1897-98

Juan Ramón Mignaburu 1898 / 1899-01

Elgidio M. Puga 1898-99

Carlos Atwell 1901

Juan Rojas 1901

Agustín Debenedetti 1901-03

Domingo F. Barceló 1903 / 1903-04 / 1906

Emilio Barceló 1904-06 / 1906

Félix Soriano 1906 1906 / 1906-07

Juan Gutiérrez 1906

Sixto Fernández 1907

Nicolás Silles 1908

Pedro Sala 1908-09

Alberto Barceló 1909-17 / 1924-26 / 1927-30 / 1932-40

José María Sarobe 1917-18

Manuel Beguiristain 1818-20

Jacinto Oddone 1920-21

Bartolomé Maselli 1921

Domingo Rossi 1921-22

José Víctor Noriega 1922

Nicanor Salas Cháves 1922-24

Faustino Legón 1924

Joaquín Lacambra 1926-27 / 1931-32 / 1941-42 / 1942-43

Santiago Luis Arauz 1940-41

Roberto Vez Lozada 1943

Miguel A. Llorens Robles 1943

Luis A. Cattáneo 1943

Raúl Chacon Dorr 1943-45

Gustavo Vignardel 1944

Angel W. Escalada 1944

Emilio Koch 1944

Antonio J. Llach 1945

Darío E. Drago 1945

Alejandro A. Barberis 1945-46

Arturo Favaloro 1946

Vicente Garófalo 1946

Jorge San Pedro 1946

Anibal Villaflor 1946

Juan R. Paredes 1947

Eduardo Sturla 1947-48

Carlos M. Espinasse 1948

José Aphalo 1848-52

José T. García 1952-55

Raúl Rojo 1955-56

Modesto Ferrer 1856-58

Atilio Fernández 1858-62

Herminio Sande 1962-63

Venancio Carullo 1963

Manuel Parodi 1963-66

Carlos Laborda 1966

Carlos Muzio 1966-68

Carlos Radrizzani 1968-71

Néstor Argüelles 1971

José Luis Otero 1971-73

Tomás Noel Piatis 1973

Herminio Iglesias 1973-76

Jorge A. Fernández 1976

Néstor Sarobe 1976-77

Marcelo De Elía 1977-83

Héctor Villalba 1983

Luis Raúl Sagol 1983-89

Miguel A. González 1989-91

Baldomero Alvarez de Olivera 1991-99

Oscar Laborde 1999-2003

Baldomero Alvarez de Olivera 2003-07 / 07-09

Ing. Jorge Ferraresi 2009 ...

Ciudades y localidades del Partido. Avellaneda. Wilde. Crucecita. Dock Sud. Gerli. Piñeiro. Domínico.













El partido de Avellaneda está dividido para la mejor comprensión de su estructura territorial en tres ciudades y cinco localidades las que, a su vez, encierran una determinada cantidad de barrios y villas, originadas en sucesivos fraccionamientos llevados a cabo entre 1886 y 1960.
 
Estas ciudades y localidades son: Ciudad de Avellaneda, el Viejo pueblo de Barracas al Sud, cabecera del Partido declarada ciudad por Ley de la Provincia del 28 de octubre de 1895, y nominada Avellaneda, como el Partido, en 1904; Ciudad de Wilde, nominada ciudad por Ley 8536, del 22 de octubre de 1975; Localidad de Crucecita, cuyo nombre deriva del arroyo y paraje de “La Crucecita’; Piñeiro, cuyo nombre se debe a la familia originariamente poseedora de las tierras del primer fraccionamiento del sitio, la quinta “grande” de doña Trinidad Piñeiro de Escribano, su ultima propietaria; Dock Sud, cuya denominación se originó en el canal de cabotaje construido por la empresa del “Dock Sud de la Capital”, y proyectado por el ingeniero don Luis A. Huergo; Gerli, nombre oficial que agrupa a un conjunto de 20 barrios y villas, algunas originadas en el fraccionamiento de tierras de don Antonio Gerli, industrial, dueño de una fábrica de tejidos en la zona; Ciudad de Sarandi, nominada así por el nombre del arroyo Sarandi y Dominico, que anteriormente se denominó “Villa Dominico”, y que se originó en la parada tranviaria situada frente a la quinta de don Jorge Dominico, viejo vecina del lugar.


AVELLANEDA
Su formación data de los primeros años del siglo XIX, a raíz de la concentración de depósitos de frutos del país y saladeros. En 1838, tenia el pueblo 419 habitantes. En 1855, el agrimensor Mariano Moreno Cuenca, por disposición del Gobierno de la Provincia, a pedido del Juez de Paz realizó la mensura del pueblo y trazó su ordenamiento urbano.














En 1862, la Municipalidad inició el alumbrado público con lámparas de aceite y los franceses Adolfo Sourdeaux y Raúl Legout construyeron el pozo artesiano para facilitar la extracción de agua.

En 1864 se habilitó la Estación de pasajeros del Ferrocarril del Sud y, en 1872, la del Ferrocarril Buenos Aires y Ensenada frente a la Plaza principal (hoy Plaza Alsina) 
 
 Para 1895, cuando fue declarada Ciudad, Barracas al Sud tenía 10.185 habitantes, de los cuales 55% era argentino y 45% europeo


WILDE
Wilde es una ciudad del partido en parte residencial y en parte comercial, con gran cantidad de barrios periféricos, Sus orígenes como formación rural son muy antiguos; datan de los últimos años del siglo XVI, con el poblamiento de la estancia de Luis Gaitán, luego de Francisco Alvarez Gaitán, y ya en el siglo XVII, de Melchor Maciel, quien acrecentó las tierras. La estancia pasó luego a manos de don Pedro Home de Pesoa de Sa, cuyos herederos vendieron una parte y donaron otra a los monjes del Convento de Santo Domingo, quienes instalaron en la vieja estancia de Pesoa un establecimiento modelo de chacra, para el servicio del convento con calera, fábrica de tejas y huertas y ganaderías.

En 1882/86, se construyó en las inmediaciones de la punta de Gaitán (mojón del siglo XVI), la Casa de Bombas de la cloaca máxima de las Obras de Salubridad de la Ciudad de Buenos Aires, que trajo cierta población al lugar.

Esta empresa solicitó al Gobierno la construcción de una parada ferroviaria del Ferrocarril Ensenada para uso del Personal de las obras, que el Ferrocarril denominó “Wilde”, y que se extendió a la zona.

En 1898 se realizó junto a la Casa de Bombas el primer fraccionamiento de tierras, el de la villa Dordoni, que dio lugar a la urbanización del área. La llamada “Villa Wilde” atrajo núcleos de población y la casi inmediata formación de otra villa en tierras de don Enrique V. Jurado.

Conforman a la Ciudad de Wilde, las siguientes villas y barrios Dordoni, Jurado (el centro de la Ciudad), El Porvenir, Sarita, Barrio Gráfico, Wilde este, San Lorenzo, Virgen de Fátima, Gonnet, Ramírez y el barrio de los obreros de la Federación de la Carne.



CRUCECITA
La localidad de Crucecita es tan antigua coma forración barrial, como el pueblo de Barracas. La primera medición del nombre aparece en 1810, en que el Real Consulado de Buenos Aires ordenó la construcción de un puente sobre el arroyo de ese nombre.

Era entre ese año y principios del siglo XX, una continuación periférica de Avellaneda. El primer fraccionamiento de tierras en la localidad se realizó en 1887, al dividirse en manzanas las tierras de Ximenez. Crucecita está integrada por los siguientes barrios y villas: Ximenez, Crucecita este, Crucecita oeste, Elortondo y Güemes, éste frente a la ex estación terminal del Ferrocarril Provincial de Buenos Aires. E1 signo distintivo de Crucecita fue la fábrica de tejidos de punto de la firma barcelonesa Masllorens Hermanos, que contribuyó al acrecentamiento poblacional y progreso de su barriada.

   

DOCK SUD
La localidad de Dock Sud, que incluye en su área a la antigua población de la Isla Maciel, data del año 1890, en que se habilitó la primera sección del Canal Dock Sud, construido en los pantanos y cangrejales de la costa del Río de la Plata, saneados a ese fin.

Con el proyecto de canal, el ingeniero Huergo proyectó un pueblo a ambos lados de los muelles, cuyo lado oeste se comenzó a poblar entre 1890 y 1912, fecha esta ultima en que se concluyeron los trabajos principales de la gran Usina Eléctrica de la Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad.

Dock Sud tuvo su origen en 1887 cuando comenzó a funcionar el Mercado Central de Frutos, por entonces la Barraca más grande de América. Su moderna edificación -financiada por capitales británicos- incluía un depósito con capacidad para albergar 17 millones de kilos de lana y más de 700 vagones de carga. Además, poseía una compleja red diseñada para facilitar el acceso de los ferrocarriles del Sud y del Oeste.

Esta importante obra, realizada para impulsar las exportaciones de las empresas británicas radicadas en el país, formaba parte de un proyecto aún mayor que incluía obras en el Riachuelo para permitir el ingreso de buques mercantes de gran calado.

Interesado en apoyar este emprendimiento, el 12 de octubre de 1888, el gobierno nacional sancionó la ley que le otorgaba el derecho de excavación y explotación a la Sociedad Dock Sud de la Capital, propiedad de la empresa Paul Angulo y Cía. El diseño y la dirección de las obras estuvieron a cargo del ingeniero Luis Augusto Huergo, quien también se ocupó de realizar el trazado de un barrio para albergar a los operarios. Los trabajos comenzaron en noviembre de 1889; sin embargo, a mediados del año siguiente, la empresa quebró y la mayoría de las viviendas fueron abandonadas.

Poco después, la concesión pasó a manos del Ferrocarril del Sud, que finalizó los trabajos en 1905. Para entonces, la zona ya contaba con un importante asentamiento conocido por los vecinos como “Dock Sud”, en referencia a la sociedad mencionada.

Durante los años siguientes, con la instalación de las primeras industrias, se consolidó su desarrollo económico y poblacional. Hacia 1906 comenzó a funcionar la Sociedad General de Productos Químicos. Cuatro años más tarde, la Compañía Alemana Transatlántica de Electricidad instaló su primera usina y, en 1913, la Anglo Mexican Petroleum construyó una de las tantas refinerías de petróleo de la zona.

A partir de entonces, el puerto comenzó a ser utilizado para el almacenamiento de combustibles, tendencia que aumentó en las décadas siguientes ante la disminución de los embarques de carnes y cereales.

La instalación de nuevas y más modernas refinerías, depósitos de combustible, talleres navales, elevadores de grano y frigoríficos estuvo ligada a la llegada de inmigrantes, especialmente de Italia y Europa Central, pero también de otros países, como Cabo Verde (África). Dock Sud adoptó una fisonomía similar a la de La Boca. En los años 90 se realizaron mejoras en el puerto para el transporte de materiales inflamables y, también, para el manejo de contenedores. En la actualidad, el área industrial abarca más de 200 hectáreas.

El Dock Sud conformó una población heterogénea de vecinos inmigrantes de Europa central; alemanes, rusos blancos, polacos, etc. que trabajaron en la Usina y en los muelles y depósitos del Dock Sud. En 1928, se habilitó frente al canal el gigantesco frigorífico Anglo, el más moderno de los construidos en Avellaneda.

Ya desde 19l3, comenzaron a levantarse al este del Canal, entre sus muelles y el Río de la Plata, los depósitos de petróleo y destilerías, que dieron al lugar singulares características.

La Isla Maciel es una población pequeña, natural desprendimiento humano de la Boca del Riachuelo, formado alrededor de 1860 por vecinos de aquella barriada lígur. En la Isla Maciel funcionaron desde antiguos astilleros, baraderos y talleres navales. Dock Sud está conformado por los siguientes barrios y villas; Isla Maciel Sargento Ponce, Sargento Ponce, Dock Sud este, Dock Sud oeste, Villa Maciel, Santa Catalina, Entre Vías Sur, Entre Vías Norte y Villa Tranquila.



GERLI Y PIÑEIRO
Las poblaciones de Gerli y Piñeiro concentran actualmente más del 21% de las industrias del Partido. A lo largo del siglo XX allí hubo importantes establecimientos fabriles, como Tamet, Siam, Gurmendi, Ferrum y Llauró, que impulsaron el crecimiento.

Pero su historia comienza mucho antes, en los tiempos de la Colonia. En el siglo XVII, parte de las tierras que habían pertenecido a Juan Torres de Vera y Aragón fue adquirida por Pedro Rojas y Acevedo, quién produjo cueros y grasas. Más de un siglo después una importante fracción pasó a manos del matrimonio compuesto por María Josefa Fernández y Francisco Piñeiro.

En 1829 -ya en manos de su hijo Felipe-, la propiedad contaba con un importante saladero y un pequeño asentamiento rural conocido como “Quinta Grande”, donde ese año se firmó la Convención de Barracas.

Durante los años siguientes se realizaron loteos que favorecieron la instalación de diversas industrias. Así, en 1880, comenzó a funcionar una importante jabonería y, seis años después, la fábrica de cajas fuertes “La Invulnerable”, ubicada en las cercanías del Riachuelo.

En 1898, con el loteo de la “Quinta Grande”, surgió el Barrio Piñeiro. En tanto, la zona conocida como “Paraje del Ombú Despreciado” tuvo su primer asentamiento de importancia al dividirse la quinta “Los Sauces”. Ese fue el origen de Villa Echenagucía. Las cercanías, pobladas de extensas quintas, fueron fraccionadas para permitir nuevos núcleos de población. De esa manera nació, en 1909, el barrio de Gerli, cuyo nombre recuerda al empresario textil Antonio Gerli, quién las fraccionó.

Gerli esta integrada por las siguientes villas y barrios: La Mosca (denominación que data de mediados del siglo XIX), Gerli oeste, Gerli este, Kilo 5. Dorado, Ideal, Argentina, Maihlos, San Martín, Aurora, Iris, Isabel, Modelo, Castellino, Meridiano Vº, Oyuela, Mercado, Echenagucía, Garbarino y Agüero.

Mientras el nuevo asentamiento comenzaba a poblarse, Piñeiro recibía a numerosas familias del interior que impulsaban la formación de diversas instituciones y comercios.

El núcleo central se formó sobre los terrenos de la antigua quinta “Grande” de la Familia Piñeiro, casco de la estanzuela de la misma familia que abarcaba una lonja de tierras entre las calles Belgrano y Agüero desde el Riachuelo a Dominico.

En 1911 se inauguró la Sala de Primeros Auxilios “Pablo Spínola” y, dos años más tarde, el Teatro “La Mosca”, luego Cine Madrid, que funcionó hasta 1928. En 1944, con la creación del Partido de Lanús, Gerli se dividió. El sector Sudeste pasó a formar parte del nuevo distrito, mientras que el resto sigue perteneciendo a Avellaneda.

Integran la localidad de Piñeiro los siguientes barrios y villas: Pineiro, Villa Arditti (el Pueblito) Lavalle, Arroyo de Lemos, Petrochi, Pobladora, Santa Teresa, Porvenir, Castellino, Zabaleta y Armandina.

 

SARANDI
La ciudad de Sarandí se formó sobre las tierras del antiguo paraje del arroyo Sarandi. La primera mención de este nombre data del 1810, en que se ordenó la construcción de un puente sobre el arroyo.

En 1838, había en el paraje una población de 43 personas, casi todos labradores.

En 1872, el Ferrocarril de Buenos Aires y Ensenada habilitó la estación de pasajeros que llevé el nombre de “General Mitre”, e1 que al pasar esta empresa a poder del Ferrocarril Sud, se denominó Estación Sarandí. La antigua estación Mitre, estaba en el lugar donde hoy se encuentra la actual estación del F. C. Roca.

El origen de la población urbana data de 1890, en que don José Bataglia fraccionó unos terrenos sobre el camino real, hoy avenida Mitre, entre las calles Ortiz y Supisiche, y formó un pueblo que se denomino Bataglia.

Desde entonces la barriada vino progresando, instalándose curtiembres y otras pequeñas industrias. En la segunda década del siglo pasado, se construyó en Sarandí el estab1ecimiento químico “La Sulfúrica”, luego Duperial.

La localidad de Sarandí esta integrada por los siguientes barrios y villas: Marconi, Hué, Argentina Ocampo, Barrio Porá, Balzano, Independiente, General Belgrano, Minteguiaga, Quinta Galli, Bataglia, Sarandi este, Sarandi oeste, Bernasconi, Cabaña Sarandí. Kemmeter, La Saladita y Núñez o Villa Blanqueada. Tiene una zona rural de quintas de verduras y viñedos.
 


DOMINICO
La población rural de Dominico se originó en el afincamiento de la familia Pazos (labradores), en el sitio o paraje del Puente Chico. Esta denominación data de antes de 1820.

Zona eminentemente rural, su primer núcleo orgánico de población se origino en el amanzanamiento de las tierras de Barilari, que le dieron nombre a la primera villa, en 1894.

La empresa del tranvía de Buenos Aires y Quilmes, instaló cerca del puente su parada denominándola quinta de Dominico, por estar frente a la quinta de la familia de ese apellido, afincada allí a mediados del siglo XIX. E1 nombre paso al lugar. En 1909, se instaló la parada Ferroviaria de ese mismo nombre.

Villa Dominico, o Dominico, está integrada por 1os siguientes barrios y villas: Barilari, Dominico este y oeste, Haydée, Leo, Barrio Nuevo, Rosa, Colón, Aguirre, Gattemeyer, Avellaneda, Ite, San Emilio, Celestina, Hilda, Barrio Industrial Obrero y Corina.

Plaza Alsina

Formación del Camino Real del Sur


Recién en el año 1611 aparece en las Actas del Cabildo la primera mención sobre el camino del sur. Este camino, ya delineado en su primitivo trayecto, arrancaba del costado sur de la Plaza Mayor, centro de la Ciudad, saliendo por la actual calle Defensa para entrar en las quintas que rodeaban el poblado siguiendo el curso de la avenida Martín García, al pie de la meseta, hasta tomar el rumbo de la actual avenida Montes de Oca, en pleno campo descendente, amplia senda que desembocaba en el Riachuelo. Cruzado este, el camino entraba directamente en la pampa, rumbo a las estancias y aguadas del sur.

Antes de construirse el puente que se llamó de Gálvez, el Riachuelo como todos los ríos, se cruzaba por medio de unas rudimentarias embarcaciones de cuero, llamadas “pelotas”, que generalmente no cargaban más que un pasajero y su equipaje, debiendo cruzar a nado la cabalgadura, o por algún vado, sobre todo cuando se arreaba hacienda a los corrales de la Ciudad.

El Riachuelo era vadeable a la altura de las calles Montes de Oca, el la Ciudad y Ameghino en Avellaneda. Los pasos de Burgos y Chico, Riachuelo arriba, son mencionados recién al hablarse de la necesidad de construir un puente. Es muy probable que a mediados del siglo XVII, algunas avenidas superiores a las normales, hayan agrandado y abandonado el cauce del río, estimándose entonces por esa razón y por el acrecentamiento del tránsito, la necesidad de construir un puente en la parte alta de la ribera, no lejos del curso del camino.

Fue por esa causa que años más tarde al habilitarse el puente de Gálvez, el camino hubo de ser modificado en parte de su curso para formar el acceso al puente, tomando la actual avenida Montes de Oca hasta la actual calle Suárez y por una senda nueva llamada posteriormente “calle sola”, hoy Vieytes, con lo que se formaron estas dos antiguas calles del barrio de Barracas al Norte, en la Capital Federal.

Cruzando el Riachuelo en su forma primitiva el camino continuaba siguiendo el curso de la actual calle Laprida, en razón de una extensa laguna, que reducida ya se rellenó a fines del siglo XIX, hasta salir a la actual avenida Mitre. Seguía por esta cruzando un pequeño arroyito, brazo de otro que corría por los bajos de la costa, siguiendo hasta encontrar otro curso de agua apenas demarcado sobre el terreno.

A la altura de este arroyo el camino tomaba una anchura desmesurada de casi 250 varas, debida al terreno bajo y húmedo del lugar. Pasado un tercer arroyo, mayor en caudal que los anteriores, el camino torcía hacia la costa del Río de la Plata , siguiendo el filo de la barranca, formando la actual avenida Ramón Franco, siguiendo paralelo al Río con algunas sinuosidades hasta perderse más allá de la última estancia.

Este fue el curso primitivo del camino del sur, visible en los planos de la Ciudad de Buenos Aires y del Partido de Avellaneda, casi con su trazado original, sorteando los accidentes del terreno.

Era fundamental la importancia del camino entonces, pues la parte sur de la Provincia se estaba poblando de innumerables estancias, habiéndose dado las tierras en mercedes a muchos vecinos de la villa de Buenos Aires. Ya en 1616 se había mandado mensurar todas las estancias existentes.

La creación del área industrial

Mediante un decreto de fecha 31 de mayo de 1822, originado en el despacho del ministro Bernardino Rivadavia, se dispuso el traslado- en prudenciales plazos- de las barracas, saladeros, fábricas de jabón y curtiembres, a las inmediaciones del Riachuelo.

Quedaba así fijada la creación del área industrial del Riachuelo, principio de planificación de una zona que apenas ochenta años más tarde iba a conformar la estructura portuaria y fabril de Buenos Aires y futuro embrión del cinturón industrial del conurbano.

La idea del Ministro tendía a alejar las radicaciones industriales típicas del país, de la parte urbana de la ciudad y concentrarlas en el Riachuelo, puerto de las Barracas donde se desarrollaba un activo comercio de frutos y había una regular cantidad de galpones de almacenaje.

Los rubros industriales que se traían al Riachuelo suponían la necesidad de espacios adecuados en sitios precisos, y la zona era apta para ello. No improvisaba Rivadavia al dictar un planteo de zonificación, que lamentablemente no fue complementado con nuevas disposiciones básicas que hubieran establecido y concretado un verdadero ordenamiento industrial y urbano.

El Ministro no carecía de previsión y de conocimientos en la materia pero los hechos políticos posteriores hicieron que los gobernantes olvidaran todo proyecto de adecuación urbana del área.

Durante treinta años, la instalación de saladeros, barracas, graserías y curtiembres, quedó sólo controlada por la aplicación del decreto de 1822, que convenía alos propietarios y comerciantes. En materia de control de formas de higiene y de urbanismo nada se hizo y la formación de la comunidad obedeció a las particularidades del área y al capricho, necesidades y capacidad económica de sus integrantes.

Fue así que se mezcló el rancho de adobe con la casa de azotea, el patio con los corrales, el jardín o la huerta con la canaleta de los líquidos residuales, las calles fueron trazadas por los pies de los transeúntes, las ruedas de los carros o de las zorras o por los novillados.

Las riberas del río eran depósitos de desechos fermentados y de pilas de huesos en quemazón, cuyo humo se mezclaba al de la grasa, enrareciendo el aire y llevando los olores nauseabundos hasta la ciudad misma.

Quien se asomara a cualquier campanario de Buenos Aires podía ver la humareda del Riachuelo cubriendo las fábricas y las viviendas del entonces llamado “Arrabal de Barracas”.

Las Barracas

En el año 1829, era tal la actividad de los depósitos de frutos del país en ambas orillas del río, que los viajeros ingleses se quedaron deslumbrados ante las enormes pilas de cueros que abarrotaban los galpones y los patios a la espera de ser embarcados.

Luego de la determinación de la Soberana Asamblea del año 13, que decretó la libertad de vientres, los negros libertos por voluntad de sus amos, y posteriormente los mulatos nacidos libres se ocuparon en las faenas de las barracas y de los saladeros. Su condición fue paralela a la de los blancos.

En Barracas al Sur, hubo un moreno famoso, ex peón de barracas, que poseyó una gran fracción de tierra sobre el Camino Real, a la altura de la Crucecita.

Los ingleses también ocuparon puestos en las barracas, como contratistas o arrendatarios de sitio en los galpones.

Llegaron a realizar hasta tareas de carga y descarga y trabajos de eslindaje en el pequeño muelle del Riachuelo, construido por el ingeniero inglés Bevans en la orilla norte, o en el portezuelo precario donde embarcábanse las barricas de tasajo, propiedad de Miller, en la orilla sur.

Las carretas de la campaña venidas desde el rumbo sur y oeste, amainaban en los potreros del Riachuelo, convertidos en plaza de frutos para efectuar las descargas de los productos vendidos, o vender los sobrantes en las barracas.

Cueros, lanas, astas, cerdos, plumas, eran los elementos del comercio barraqueril en los comienzos de la segunda mitad del siglo XIX.

Los saladeros del Riachuelo. Saladeros en el área del Riachuelo. El francés Cambaceres. La revolución de los saladeristas. La industria del frío.

La traslación de algunos saladeros a la orilla derecha del riachuelo, cumplimentando el Decreto del Gobierno de la Provincia, la instalación de nuevas fábricas sumadas a las ya existentes en el paraje hicieron que éste se fuera transformando paulatinamente en un centro poblado, sobre todo en el nudo que formaban el puente de Barracas, antiguo de Gálvez, y los dos grandes caminos que arrancaban de su repecho sur: el llamado propiamente del sur o de Buenos Aires y Pampa – hoy Avenida Presidente Bartolomé Mitre- y el camino a las Lomas de Zamora y las Cañuelas – hoy Avenida Presidente Hipólito Yrigoyen- .

Posteriormente el núcleo poblador se fue extendiendo a lo largo del camino del sur, y sobre una serie de callejuelas y caminos de atajos formados arbitrariamente entre uno y otro establecimiento, o entre puntos importantes, que conservándose a través de los años fueron las primeras calles del pueblo de Barracas al Sud.

La formación del pueblo se debió a la labor y afincamiento del proletariado ganaderil, notoriamente desde 1822, y del cual se posee escasos datos. Guillermo Suffern anota que “las faenas de los saladeros con sus exigencias de brazos atraían una masa de pobladores que debían habitar en el establecimiento o en sus inmediaciones”.

Las fábricas de tasajo y más tarde las de productos derivados; cebos y grasas para iluminación, determinaron la formación de un “lumpen proletarial” de características bien definidas que jugó un importante papel en las contiendas políticas como elemento de acción, y contribuyó al acrecentamiento de aquella primitiva forma de industrialización.

Este bajo proletariado integrado en su mayoría por reseros, matarifes, desarrolladores, varaderos, peones de playa, carretilleros y carreros, alternaban sus jornadas con pulperos, traficantes de cueros robados, soldados desertores de los ejércitos, pordioseros, vagos y mal entretenidos en el escenario bárbaro del saladero y en el caldeado ambiente de las pulperías, proliferadas entre el rancherío que iba circundando los galpones y los bretes, y a la vera de los caminos intermedios que trazaron la conformación topográfica del casco antiguo de Avellaneda.

Las instalaciones de las fábricas eran entonces muy precarias; no existían reglas higiénicas de ningún orden, ni maquinarias, ni aparatos para facilitar la labor. Generalmente todo el establecimiento se componía de un potrero en el cual estaban los corrales para depositar las haciendas, los bretes donde se efectuaba la matanza, ejecutada ésta sobre la tierra, convertida en fangal de sangre permanente, algún galpón para salar y para guardar el producto, y las largas y malolientes hileras de varas horizontales donde se colgaban los trozos de carne a orear, llamadas varales, piletas de mampostería o de madera para la salmuera y alguna ramada para las caballerías. En esta primera época del saladero no existían desagües ni cercos que separaran la fábrica de las vías de tránsito. Junto a ella estaban los ranchos, y en cualquier esquina del vasto potrero la pulpería y la casa de juegos.

Las tareas eran tan primitivas y tan bárbaras como las relatara Alejandro Gillespie, el inglés venido a la provincia de Buenos Aires con la expedición de Beresford. Y no cambiarían hasta entrada la tercera década del siglo XIX, mediante la aplicación de métodos nuevos y de nuevos útiles y aparatos por el químico francés Antonio Cambaceres, quien se instaló en la zona como saladerista, y cuyo establecimiento fue el modelo que con más o menos inmediatez tomaron todos los otros industriales.

El saladero había traído a las cercanías de la ciudad a gentes con hábitos y costumbres de la campaña. Se estaba formando el ambiente de las orillas, tumultuario y espeso, explotado por los caudillejos corraleros.

Dentro de esa estructura social existía un proletariado diminuto en comparación, pero su existencia no podía ser ignorada. Un proletario desprotegido entregado al engranaje mercantilista del saladero.

No existía régimen de salarios de ninguna especie, y el único aval que certificaba el libre tránsito por la provincia era la papeleta de conchavo, papel que debía ser exhibido a cada instante si era en la ciudad o el estaqueadero si era en algún departamento de campaña, si aquel documento no existía. La vida del saladero era dura y amarga.

En el año 1830, el Gobierno de la Provincia, queriendo ordenar en su medida el funcionamiento de los saladeros, y acondicionar éstos dentro de cánones más o menos higiénicos, formó una comisión de personas conocedoras del problema, que en ningún momento se habían preocupado de solucionarlo en sus propios establecimientos, a los fines de que estudiaran la forma de solucionar la falta de aseo de las fábricas.

Montoya en su libro “Historia de los saladeros argentinos”, señala que “el remedio propuesto por los señores Faustino Lezica, José Twaites y Braulio Costa, a quienes se encomendó esa misión no respondió a mayores principios de profilaxis o higiene. Manifestaba la Comisión- sigue Montoya- que la experiencia demostraba que la fetidez se debía a la fermentación de la sangre esparcida en los lugares de matanza y que si bien creía que ese inconveniente podía vencerse lavando diariamente los pisos, consideraba que esta operación además de ser muy costosa por la necesidad de conseguir agua, resultaba imposible de llevarla a la práctica por la falta de brazos. No hallaban en consecuencia otra solución – concluye Montoya-, que la de obligar a mantener en los sitios de matanza alrededor de 100 cerdos, los que se alimentarían de los despojos de los animales sacrificados. Estimaba indispensable además, que cada saladero tuviera un depósito para guardar las osamentas y paletas las que, en el término a más tardar de dos o tres días, tendrán que ser quemadas a la hora de ponerse el sol”.

Este informe de una comisión de saladeristas, formada por el Gobierno para solucionar un problema de fundamental importancia no sólo para una industria alimenticia, sino para las personas encargadas de realizar sus tareas, nos muestra a las claras el estado de negligencia imperante entre los ricos propietarios de las fábricas de salar. Llamados a dar soluciones, explican lo que debería hacerse a partir de su informe –que a la postre es solamente que se obligue a criar cerdos, a quemar osamentas- sin siquiera indicar si antes lo habían hecho ellos por vías de ensayo o simplemente para mantener limpios sus establecimientos.

Algunos de los saladeristas construyeron zanjas de desagote, las que irremediablemente llevaron la dirección del Riachuelo; fue el río la cloaca natural de los saladeros, desde el paso de Burgos a la vuelta de Rocha, desde que se instaló junto a él el primer galpón.

Y no solo fueron a parar al río los orines y la sangre sino toda la basura de las fábricas.

En ese mismo año, 1830, era tal el estado de fetidez del río, que el Jefe de Policía remitió una nota al Gobierno, señalando el abuso que cometían los saladeristas arrojando al canal del Riachuelo los restos de los animales.

El Gobierno hizo publicar la nota en la “Gaceta Mercantil”, pero su única medida fue la de nombrar la Comisión encargada de expresar su parecer sobre el problema y solucionarlo; la solución fue fácil y beneficiosa: tener una piara de 100 cerdos en los saladeros, alimentándose de desechos, y quemar los huesos a la hora de la oración, cuando no pudiera molestar la matanza.

Tal solución por venir de personas competentes agradó al Gobierno.



SALADEROS EN EL ÁREA DEL RIACHUELO (1817-1871)

1. Balcarce
2. Zabaleta
3. Montero – Oliver Iamp
4. Irigoyen – Ochoa
5. Santa María y Llambi
6. Haedo – Anderson Weller y Cía del Rincón – Anderson
7. Jorge Dawdall
8. Carranza
9. Robles – Mackinlay – Herrera y Cobo – Cobo y Lavalle
10. Espeleta y Costa – Haedo – Anderson, Weller y Cía – Medrano y Soler – Medrano y Panthou – Silges y Ferrando – Cambaceres – Santa María y Llambi – Demaría y Ariza
11. Felipe Piñeiro
12. Perfum – Fabián Rozas – Castro
13. Frías – Anderson, Weller y Cía
14. Santa María y Llambi – Larrea – Armstrong y Saavedra – Sáenz Valiente – Cambaceres – Miller – Harrat y Wittfield – Mac Dougall – Dawdall y Lewis, Lezica Berisso, Herrera y Baudrix – Muñoa e Iraola – Landó – Rocca – Soler – Senillos
15. Capdevilla – Elortondo – Cambaceres



EL FRANCÉS CAMBACERES
En el año 1825 llega a Buenos Aires Antonio Cambaceres, joven y lleno de inquietudes. La forma de trabajar en los saladeros y sus instalaciones le causaron horror.

Venía contratado para estudiar la forma de elaborar eficientemente las carnes y utilizar los cebos y grasas con mayor rendimiento.

En 1830 Cambaceres se dispuso a instalar un saladero según los métodos de su maestro Chevreul en Francia.

Para ello adquirió un terreno no muy grande en las inmediaciones del Riachuelo y a pocos metros del camino real del sur y del puente Barracas, la antigua quinta de Baldovinos, en la cual montó sus galpones, playas y bretes.

Hizo construir zorras especiales para el transporte de las reses a los locales de faenamiento, y piletas para la sangre y grasas, sobre todo encaró la salazón metódica, por medio de procedimientos que le permitieron aprovechar hasta el máximo los subproductos que antes se desperdiciaban o se malvendían.

Fabricó velas con pabilo y acrecentó la producción del aceite de patas y de la grasa de los huesos, que se valorizaron alcanzando cifras desconocidas en el comercio.

Más tarde Cambaceres adquirió el saladero de Capdevila sobre el Riachuelo y algo alejado del centro del pueblo en formación aplicando en él los mismos métodos del anterior.

El triunfo del químico francés, puesto a fabricante de carnes saladas, movió a los otros saladeristas a imitarlo.

Pronto los saladeros existentes reformaron su estructura y otros comerciantes probaron suerte en el ramo.



LA REVOLUCIÓN DE LOS SALADERISTAS
El hecho trascendental que marca hasta dónde llegaba la influencia del general Rosas fue la llamada Revolución de los Restauradores, preparada por su esposa doña Encarnación Ezcurra mientras Rosas se encontraba en la campaña contra los indios que le reportaría el título de Héroe del Desierto. Esta revolución fue preparada por Encarnación Ezcurra y algunos fieles del régimen rosista, quienes asociaron como ejecutantes a grupos de hombres de los saladeros de Barracas y matarifes y abastecedores de los mataderos de la Ciudad.

Ernesto Quesada dice en su libro “La época de Rosas” que éste “fomentó las clases populares, su base eran los gauchos y los orilleros, es decir troperos, arreadores de hacienda, peones de estancia, carniceros, desolladores, corraleros”.

Esta nueva clase de las orillas, fue la vanguardia del rusismo y por ende el mecanismo ejecutor de la revolución primero y luego el mantenedor del “orden” a través de la Sociedad Popular Restauradora, cuyos directivos eran saladeristas y ganaderos.

Durante el gobierno de Balcarce grupos de gentes de las orillas luego de acusar al gobierno de inepto se proclamaron revolucionarios, y en partidas al mando de caudillos corraleros y comisarios seccionales, fielmente rosistas, se concentraron en el puente de Barracas, uniéndose a las gentes de los saladeros y depósitos de frutos junto a los cuales ya había hombres de la campaña.

Los generales Mariano Benito Rolón y Agustín de Pinedo tomaron el mando de esos hombres amotinados y resolvieron sitiar la Ciudad para lograr la renuncia del Gobernador y sus funcionarios.

Agustín de Pinedo era el jefe de uno de los regimientos acantonados en la ciudad, el Gobierno lo envió a tratar con los revolucionarios y en lugar de cumplir con las órdenes se unió al motín.
 
Mientras tanto el 5º y 6º escuadrón de Caballería Cívica, formadas con gente de la campaña y al mando del coronel Prudencio Rozas y el teniente coronel Fabián Rozas, residente este último en Barracas al Sur, toman por asalto la comandancia militar de Quilmes al mando del coronel Manuel Pueyrredón, y se apoderan de las armas existentes, con las que retornan a Barracas. El cuartel general revolucionario era la Pulpería de Cabo, sobre el camino real del sur.
 
Los revolucionarios que proclamaban jefe de la revolución al general de Pinedo resolvieron entrar en la Ciudad.
 
A poca distancia del puente de Barracas libraron un combate con tropas del gobierno, haciéndolas retirar. Balcarce finalmente renuncia bajo las amenazas de los amotinados que ya estaban en las calles de los barrios apartados.

Desde allí el general de Pinedo elevó una exposición de los hechos ocurridos desde el día 11 de octubre de 1833 a la Legislatura en que declaraba, según Saldías, “que habiendo agotado por su parte todos los medios de conciliación se veía obligado a tomar la defensiva”. Esta nota fue redactada el 24 de octubre por Gervasio Rozas en la chacra de Panelo, situada en las inmediaciones del paso de Burgos. El 7 de noviembre los restauradores entraron en la ciudad en perfecto orden.



LA FACTORIA DE LA PROVINCIA
Desde 1820 el villorio de Barracas al Sur, a la margen derecha del Riachuelo fue la factoría de la Provincia de Buenos Aires, convertida en una inmensa estancia por un reducido núcleo de estancieros.
 
El Riachuelo vía fluvial imprescindible para llegar a las balizas y al nudo de antiguas rutas criollas que desembocaban en el puente de Barracas, además de una porción de terrenos aptos para la radicación de una industrias rudimentaria hicieron propicio el afincamiento de los saladeros en la zona, los que a mediados del siglo XIX llegaron a una veintena.
 
Barracas al Sur, uno de los dos pueblos que integraban el vasto Partido de Quilmes, se convirtió en una factoría de la provincia estancia; de las doscientas veinticuatro mil toneladas de carnes saladas y casi trescientas mil toneladas de cebo exportadas según los registros del año 1848, un sesenta por ciento salió de las fábricas de Barracas al Sur.


Aparecen las graserías
La erradicación de los saladeros en el año 1871 trajo como consecuencia una fuerte  desocupación y la emigración de familias hacia otros puntos de la provincia.
 
Sin embargo comenzaron a plantarse en los galpones abandonados algunas graserías que permitieron mantener en cierto modo un nivel medio de actividad industrial.
 
Estas graserías eran establecimientos destinados al faenamiento de ganado ovino y caballar para extracción de grasa utilizada en la fabricación de jabón, velas y aceite de iluminación, comúnmente denominado aceite de pata.
 
Las graserías suplieron el vacío dejado por los saladeros desde 1871 hasta 1882, año en que comienza la radicación industrial de distintos rubros, en especial el de la industria del frío. Precisamente fe una grasería el origen del primer frigorífico instalado en Barracas al Sur.
 
Según los informes municipales entre 1878 y 1880 se instalaron en el Partido 8 graserías bajo el rubro de fábricas de cebo, junto a las ya existentes dieron un total de 14; 3 fábricas de jabón, 2 de charque, 1 de cola y un saladero de cueros.



NACE LA INDUSTRIA DEL FRÍO
Hacia el año 1869 la industria saladeril estaba en bancarrota. Dos causas fundamentales contribuían a ello: el cierre del importante mercado norteamericano de tasajo y el rechazo de las carnes argentinas en algunos países de Europa.
 
En 1876 se realizaron los primeros ensayos para la importación de reses frescas, conservadas por el método del sabio francés Tellier, que consistía en mantener las carnes en atmósfera fría y seca. En ese año en el vapor “Lé Frigorifique” se embarcaron 17.539 kilos de carne vacuna y 3.500 de carne ovina, bajo la dirección del mismo Tellier, quién equipó al vapor con dos máquinas de éter metílico de 40.000 frigorías cada uno.
 
El buque llegó al Río de la Plata con la  mercadería en perfectas condiciones. El acontecimiento conmocionó a un grupo de ganaderos progresistas asociados a la Sociedad Rural , la cual resolvió adquirir por medio de una suscripción entre sus socios, el ganado necesario para remitir un cargamento en el mismo buque con destino a Europa.
 
El nuevo sistema marcó la iniciación de una nueva época en la historia de la ganadería argentina. Comenzaba la edad del frigorífico.
 
El primer Frigorífico de Barracas al Sur
Fue Gastón Sansinena, propietario de una grasería, quién fundó el primer frigorífico de Barracas al Sur.
 
Considerando demasiado pequeño el terreno de la grasería, Sansinena decidió ocupar otro, para ello adquirió a los sucesores de Mariano Saavedra un saladero con sus terrenos e instalaciones para destinarlo a frigorífico.
 
El saladero adquirido por Sansinena era el antiguo de “ La Francesa ” con frente en la calle Pavón y  contrafrente al Riachuelo y lindando por uno de sus costados con los rieles del ferrocarril del Sur.
 
En 1885 la firma se transforma en Compañía Sansinena de Carnes Congeladas. El crecimiento del establecimiento obligó a la firma a ampliar sus instalaciones. En 1890 solicitó a la Municipalidad de Barracas al Sur el permiso necesario para construir un enorme galpón destinado a cámaras frigoríficas, cuartos de máquinas y de aislación.
 
A diez años de su instalación el frigorífico Sansinena, conocido como La Negra , evolucionaba a la par de la ya afianzada industria de las carnes conservadas. La situación del frigorífico fue en cierto modo privilegiada: al pie de Buenos Aires, con muelles propios, con desagües simples que daban al Riachuelo, el establecimiento tenía sobrados recursos para rendir buenos frutos. Pronto integraría un poderoso grupo frigorífico.
 
Corrían los primeros meses de 1900 cuando se inicia un nuevo período en la industria frigorífica,  Ricardo Ortiz en su “Historia Económica de la Argentina ” la llama “la etapa de la expansión del frigorífico o la primera etapa de la guerra de la carne”.
 
Debido a ello La Negra dejaría de ser el único frigorífico de Barracas al Sur. El 25 de mayo de 1901 se reunió el directorio de una empresa de estancieros para la fundación de un frigorífico que se llamó Argentino, y que se instaló en el pueblo de Alsina, junto al Riachuelo, en los terrenos del antiguo saladero de Anderson, y un año más tarde se constituyó con capitales argentinos la Societé Anonimé Des Viandes Congeleés que instaló, también sobre el Riachuelo, el frigorífico La Blanca.
 

El Mercado Central de Frutos

Hasta 1888 existían en Barracas al Sur cierto número de depósitos de lanas y cueros, los más importantes eran las barracas de Nieves y Aspiazú, la “Tacuarí”, y la de Antonio Cabo, en las inmediaciones del puente Barracas.

En ese año se inició la construcción de las grandes barracas con la instalación en el pueblo de una gran barraca de la firma Wenz y Compañía, atraída por la futura construcción del Mercado Central, la barraca de Weinz llevó el nombre de “América”.

El 10 de marzo de 1887 el Gobierno Nacional aprobó por Decreto la constitución de la Sociedad Mercado Central de Frutos. Nacía así la más grande barraca en la historia del comercio de los frutos del país en la Argentina.

Esta obra aplicada al comercio a gran escala estaba destinada a centralizar la producción en un solo sitio determinado, a pocos metros del Riachuelo.

Esa centralización se logró mediante la construcción de un vasto depósito y casa de ventas, ubicado en un sitio ideal, con enormes playas, con excelente sistema de cambios y desvíos, proyectado por ingenieros ferroviarios ingleses, que permitieron albergar continuamente cientos de vagones repletos, venidos de todos los rumbos, gracias a una serie de concesiones hechas a los ferrocarriles, entre los que primaron el de la Provincia, luego vendido a la Empresa Gran Oeste Argentino y al Gran Sur, regentes de todo el sistema transportista de la pampa húmeda y este último, poco más tarde, dueño de un considerable paquete de acciones de la empresa del Mercado.

En el año 1901 llega a su apogeo el comercio de frutos del país con la habilitación del Mercado Central de Frutos y la construcción de enormes galpones de barracas con prensas de enfardelaje y lavadero de lanas, anexos algunos a las barracas y a las fábricas textiles.

Se llegaba a la parte culminante del período lanero, que comenzó pasada la primera mitad del siglo XIX, cuando los telares mecánicos reclamaban el producto que debió ser enviado a los países europeos y a los Estados Unidos en cantidades cada vez más crecientes.

Cultura. Teatro Roma, el Colón del Sur


La cultura tiene que ver con el quehacer anónimo y cotidiano de la gente, pero también se encarna en nombres de instituciones y personas. Es el caso del Teatro Municipal Roma, sede de gran parte de la actividad cultural de Avellaneda.

Construido por iniciativa de la comunidad italiana en tan solo once meses, posee una cúpula decorada con frescos realizados por el pintor Antonio Epafani, entre los que se destacan varias irnagenes de Dante Alighieri y Luigi Pirandello.
 
El teatro abrió sus puertas el 1 de octubre de 1904, con una presentación estelar del memorable actor italiano Ermette Novelli, que interpretó “Papá Lebonar». Durante los años siguientes, hubo deslumbrantes presentaciones de destacados artistas nacionales y del mundo: el tenor Tito Schipa fascinó con “canzonetas” napolitanas y arias de óperas de Giuseppe Verdi y Giácomo Puccini y el bandoneonista Alejandro Barletta demostró que las fugas de Johann Sebastian Bach podían encarnarse en su fuelle.

Pero los ecos no son solo musicales. En el escenario se han presentado piezas teatrales de autores argentinos como Juan Carlos Gené, Roberto Arlt y Roberto Cossa, con obras de Moliére -seudónimo de Jean Baptiste Poquelin- y William Shakespeare, representadas por actrices de la talla de Angelina Pagano y Azucena Maizani. Incluso el maestro Pedro Palacios, más conocido como «Almafuerte”, leyó en público su famoso poema “El misionero».

Como el público no dejaba de multiplicarse, en 1925 se realizaron diversas ampliaciones, que estuvieron a cargo del ingeniero italiano Gustavo Coccerini y el constructor José Bouza. Pero fue con la remodelación de 1984 cuando la sala del “Roma» adquirió una acústica privilegiada y la capacidad de albergar a 500 personas.

En 1994, algunos artistas locales restauraron las imágenes y aprovecharon para expandir su inspiración al hall central, el foyer, el Salón Dorado y el Salón de los Encuentros. Debido a estas obras, el teatro cuenta con la infraestructura necesaria para desarrollar una labor de altísimo nivel. Su fama y prestigio trascienden los límites de Avellaneda.

No es para menos: los conciertos sinfónicos y corales, las sesiones de tango y jazz, los espectáculos de ballet y danza, las actuaciones teatrales y las representaciones infantiles reúnen, por año a más de 180.000 personas.

Educación. Una Historia de Pioneros. La Escuela Nº 1 «Nicolás Avellaneda”

El primer educador de la zona fue José Baca, un sacerdote que, hacia 18I2, enseñaba a leer y escribir en una casilla cedida por Nicolás Paduán, administrador del puente Gálvez. Siete años después, Antonio Ballester le prestó una habitación de su casa para continuar su labor pedagógica.
 
Pero fue recién en 1852 cuando la educación local empezó a organizarse. En julio de ese año las autoridades municipales dispusieron la creación de las tres primeras escuelas públicas del Partido de Barracas al Sud.
 
Al poco tiempo comenzaron a instalarse los establecimientos privados -en su mayoría ingleses- que no tardaron en superar en número a los estatales. Para revertir esa situación, en 1872 el secretario municipal Manuel Estévez gestionó la creación de varias escuelas. Así, entre 1873 y 1876, abrieron dos establecimientos de niñas y uno de varones, en las localidades de Dock Sud y Avellaneda.

En 1875, con la sanción de la Ley Provincial de Educación Común, comenzó a funcionar el Consejo Escolar, que en tan solo tres años impulsó el aumento de alumnos, de 370 a 700, en todo el Partido. Por esa época, el director general de Escuelas, Domingo F. Sarmiento, informaba que «a los padres de Barracas al Sud les interesa más ver a sus hijos trabajar, que estudiar».

Una de las iniciativas para superar este déficit nació en 1892, cuando la Compañía General de Fósforos acompañó la creación de una escuela nocturna, que funcionó en Mitre 543 hasta 1930.

Mas tarde, durante las primeras décadas del siglo XX, empezaron a instalarse nuevos y más grandes establecimientos. El 13 de junio de 1919, en Lavalle 517, abrió sus puertas la Escuela Normal Superior y, en 1935, la Escuela Nacional de Comercio «Dalmacio Vélez Sarsfield», la primera de este tipo en el Partido.
 
Para 1944, con 85 establecimientos y cerca de 40.000 alumnos, Avellaneda era uno de los distritos que contaba con mayor cantidad de escuelas. Por eso, no es de extrañar que, en 1955, la Universidad Tecnológica Nacional decidiera abrir allí una importante sede, que dio comienzo a los estudios superiores en el Partido.



La Escuela Nº 1 «Nicolás Avellaneda”














La historia del «Nicolás Avellaneda” se remonta a julio de 1852 cuando, por disposición de las autoridades municipales, abrieron sus puertas las dos primeras escuelas de Barracas al Sud (una de varones y otra de niñas). Ambas comenzaron a funcionar de forma provisoria en dos casas alquiladas: la primera en las cercanías del puente Barracas y la segunda, sobre la calle Ameghino.
 
El 4 de agosto de 1856, los dos establecimientos recibieron la visita del director general de Escuelas, Domingo Faustino Sarmiento, quien en aquella oportunidad designó al frente de la de varones a Jacinto Morena. Lo acompañaban algunos secretarios municipales, entre los que se destacaban Manuel Estévez y Francisco Portela.

La impresión que Sarmiento se llevó fue negativa, ya que en su informe de ese año señaló que «asisten a las escuelas de varones y de mujeres 99 niños, quedando sin educación más de 1.000».
 
Para poner remedio a esa situación, en 1864 la Municipalidad adquirió un terreno en Alsina y San Martín con vistas a construir un edificio más amplio que albergara a ambos establecimientos. Las obras se iniciaron a fines de ese año, poco después de que el gobernador Mariano Saavedra designara al arquitecto Miguel Barrabino para llevarlas a cabo.

Al principio, la construcción de la nueva escuela avanzó con rapidez. Pero hacia 1867 el presupuesto ya se había agotado. Ante la posibilidad de tener que suspender los trabajos, las autoridades municipales obtuvieron un crédito del Banco de la Provincia de Buenos Aires por 200.000 pesos.

De esta manera, en 1870 se inauguró la parte del edificio dedicada a la escuela de varones, donde estaba la primera biblioteca escolar del Partido. Cuatro anos mas tarde –con la obra aún sin terminar- comenzó a funcionar el sector de niñas, que contaba con una entrada independiente.

En reconocimiento a esta labor, las autoridades locales recibieron el apoyo de Sarmiento, quien en un informe escribió: «Debe hacerse honrosa mención a la Municipalidad de Barracas al Sud (entre otras) por la espontaneidad y exactitud con que llenaron y continúan llenando las prescripciones de la Ley de Educación Común».
 
En 1881, la Municipalidad numeró todas las escuelas del Partido; en esa oportunidad, la de varones recibió el N° 1 y la de niñas, el N° 2. Finalmente, el resto de las obras fue inaugurado el 16 de febrero de 1892. Aquel día, la ceremonia fue presidida por el entonces director general de Escuelas, Bernabé Lainez, quien bautizó con los nombres de «Bernardino Rivadavia» al establecimiento de varones y «Domingo F. Sarmiento», ala de niñas.

Pero fue en 1906, luego de la demolición de las paredes que separaban a los niños de sus compañeras, cuando paso a convertirse en mixto. Años mas tarde, en 1955, se mudó a su edificio actual, en avenida Mitre 750. Desde entonces funciona con el nombre de Escuela Nº 1 “Nicolás Avellaneda» y comparte sus instalaciones con una sede de la UTN.

Salud. Los Primeros Hospitales. Hospital Fiorito, un Centro Tradicional

Al igual que ocurre con la mayoría de los servicios públicos de Avellaneda, los primeros intentos por organizar la salud se realizaron en 1852. E1 4 de octubre de ese año, el juez de paz Martín José De la Serna solicitó el nombramiento del profesor en Cirugía y Medicina Baldomero Pampliega como médico policial. Sin embargo, la iniciativa fue rechazada y los vecinos tuvieron que seguir trasladándose hasta Barracas al Norte para recibir atención sanitaria.
 
Aún así, no pasó mucho tiempo hasta que Pampliega inauguró la primera botica de la zona, que funcionaba como centro de consultas. Poco después se sumó la de José A. Wilde, que duró cerca de veinte años.
 
Finalmente, el cargo de médico policial se creó el 12 de julio de 1860, debido a la enérgica insistencia de un grupo de vecinos. Años más tarde, entre 1867 y 1868, una epidemia de cólera dio lugar a la inauguración del primer lazareto de la zona.
 
Pero al poco tiempo, el desarrollo alcanzado se derrumbó. El establecimiento sanitario cerró sus puertas en 1868 y el médico policial ceso en sus funciones dos años después.
 
En 1871, las epidemias de fiebre amarilla y de viruela obligaron a las autoridades locales a extremar las precauciones. Fue entonces cuando se formó la Comisión Municipal de Higiene, presidida por el doctor Manuel Ocantos, y se inauguró un nuevo lazareto en el domicilio de la familia Casalins Pineiro.

El 15 de julio de 1885 fue creado el cargo de médico municipal, cuyo nombramiento recayó en el mismo Ocantos. Cuatro años después, llegó el doctor Manuel Beguiristain y, en 1890, Ocantos fue reemplazado por Abel Simonovich.

Pero durante las décadas siguientes, pese al esfuerzo de diversas comisiones vecinales y municipales, el Servicio sanitario no era el ideal. Fue necesario esperar hasta 1913, con la inauguración del Hospital “Pedro Fiorito», para contar con el primer centro asistencial de carácter permanente.
 
Así comenzó a formarse la actual estructura hospitalaria. En 1920, la Municipalidad creó una sala de primeros auxilios, que doce años más tarde se convertiría en el Hospital “Dr. Eduardo Wilde». En 1948, con la herencia de Enrique Finochietto -un destacado cirujano-, su hermano Ricardo organizó la Fundación «Enrique y Ricardo Finochietto», que impulsó el Hospital “Presidente Perón». En 1950, comenzó a funcionar el Hospital Materno Infantil y, en 1983, la Unión Obrera Metalúrgica de la Republica Argentina (UOM) habilitó el Sanatorio de Avellaneda. 
 


Hospital Fiorito, un Centro Tradicional
Poco más de diez anos habían pasado desde que el doctor Manuel Ocantos creó un lazareto, en 1871, hasta que el intendente Elías Aráus ordenó reemplazarlo por un hospital, el 30 de junio de 1882.

A pesar del bajo crecimiento poblacional del Partido, Aráus creó una Sociedad de Beneficencia y destino $ 20.000 de la época para acelerar las obras y adquirir materiales sanitarios. En octubre de ese año, un grupo de vecinos fundó la Comisión Pro-Hospital, destinada a obtener aportes a través de festivales, rifas y otras actividades sociales.

Para ello designó una Comisión Recaudadora de Fondos y otra de Señoras y Señoritas, que consiguieron donaciones por más de $10.000 en algo menos de un año. Sin embargo, en medio de discusiones entre la Municipalidad y las delegaciones vecinales, el proyecto naufragó y todas las comisiones fueron disueltas a principios de 1890.

En los años siguientes se realizaron nuevos intentos por parte de los vecinos y las autoridades locales con el objetivo de retomar la iniciativa, pero corrieron una suerte parecida a los anteriores. Recién en 1907, con la fundación de la Comisión Pro-Hospital presidida por el intendente Domingo Barceló, el proyecto cobró un nuevo impulso. Al año siguiente, el Concejo Deliberante aprobó la escrituración del terreno y, en 1909, se iniciaron las obras. Su construcción, presupuestada en $300.000, fue costeada íntegramente por los hermanos Fiorito.
 
A modo de agradecimiento, la Comisión propuso bautizar al hospital con el nombre de su padre, Pedro Fiorito, un conocido martillero de la zona. Finalmente, la inauguración se llevó a cabo en 1913. Por entonces, el diseño del Hospital constaba de dos cuerpos independientes, separados por las vías del Ferrocarril a Ensenada. En ellos funcionaban, entre otras prestaciones, un Servicio de Cirugía, una Sala de Observaciones, una farmacia y un Laboratorio de Análisis Químicos.
 
Con los años, el aumento de pacientes obligó a ampliar las instalaciones y a mejorar la calidad de los servicios. Así, en 1930 se levantó el ramal que pasaba por la propiedad y ambos sectores del edificio quedaron unidos. Tres años más tarde, la vecina Isabel Fiorito Bianchi dio el dinero para construir el Pabellón de Maternidad, por lo que fue bautizado con su nombre.

En 1944 se levantó el Pabellón «Aráoz”, que alberga la Clínica Quirúrgica y los Quirófanos Centrales y Periféricos. En 1956, en tiempos de una epidemia de poliomielitis, se inauguraron las prestaciones de Medicina Física y Rehabilitación. Entre 1963 y 1964, se sumaron los servicios de Alimentación y Pediatría y se levantó el Pabellón de Cardiología «Emilio Alonso”.

En una de sus últimas remodelaciones, realizada en 1999, el “Fiorito» se convirtió en el primer hospital en poseer una Cámara de Seguridad Biológica, por lo que está considerado como uno de los mas avanzados del país.

Diócesis de Avellaneda - Lanús

Santos patronos: Nuestra Señora de la Asunción (15 de agosto); Santa Teresa de Jesús (15 de octubre)

Catedral: Nuestra Señora de la Asunción. San Martín 705, 1870 AVELLANEDA, Buenos Aires, tel: (011) 4201-3079

Datos históricos
Creada el 10 de abril de 1961, con la bula "Cum Regnum Dei", de Juan XXIII, comprende en la provincia de Buenos Aires los partidos de Avellaneda y de Lanús.

Su primer obispo fue Mons. Emilio Antonio Di Pasquo, quien siendo obispo de San Luis, el 14 de junio de 1961 fue trasladado por Juan XXIII a la nueva sede de Avellaneda, de la que tomó posesión el 15 de agosto de ese año. Falleció el 9 de abril de 1962.

Le sucedió Mons. Jerónimo Podestá, designado por Juan XXIII el 27 de setiembre de 1962. Recibió la ordenación episcopal el 21 de diciembre de ese año y tomó posesión como segundo obispo de Avellaneda el 23 de diciembre de 1962. Renunció el 4 de diciembre de 1967.

A consecuencia de esa renuncia, el 4 de diciembre de 1967 Pablo VI nombró al obispo auxiliar de La Plata, Mons. Eduardo Francisco Pironio, como Administrador Apostólico de Avellaneda. En ese carácter gobernó la diócesis hasta el 5 de octubre de 1968, fecha en la que entregó el gobierno pastoral al nuevo obispo, Mons. Antonio Quarracino.

El tercer obispo diocesano de Avellaneda fue Mons. Antonio Quarracino, a quien Pablo VI trasladó de la sede episcopal de Nueve de Julio el 3 de agosto de 1968. Tomó posesión el 5 de octubre de ese mismo año y gobernó pastoralmente la diócesis hasta el 5 de abril de 1986, en que asumió la arquidiócesis de La Plata, a la que fue promovido por Juan Pablo II.

Cuarto obispo de Avellaneda fue Mons. Rubén Héctor Di Monte, quien siendo obispo auxiliar de esta misma sede Juan Pablo II lo designó obispo diocesano el 4 de abril de 1986. Tomó posesión el 1º de mayo siguiente. El 7 de marzo de 2000 el mismo Pontífice lo promovió a la arquidiócesis de Mercedes-Luján.

Producida la vacante y al tomar Mons. Di Monte posesión de su nueva sede, el Colegio de Consultores eligió Administrador Diocesano al Rvdo. Mons. Roberto Marcial Toledo.

El quinto obispo es el actual, Mons. Rubén Oscar Frassia, a quien Juan Pablo II trasladó de la sede diocesana de San Carlos de Bariloche el 25 de noviembre de 2000. Tomó posesión el 3 de marzo de 2001.

El 24 de abril de 2001, Juan Pablo II unió a la diócesis de Avellaneda el partido de Lanús, desmembrado de la diócesis de Lomas de Zamora, creando la diócesis de Avellaneda-Lanús. La nueva circunscripción eclesiástica comprende el territorio que tuvo el antiguo Partido de Barracas al Sud desde 1865.



Catedral de Avellaneda Lanús
Desde el 1º de mayo de 1984, Avellaneda cuenta con una de las catedrales más modernas, funcionales y arquitectónicamente renovadoras de nuestro país. Con su diseño irregular, su imponente altar de mármol de Carrara, sus imágenes sacras y la distintiva cruz de 8,40 metros que corona su entrada, el templo es uno de los íconos del partido de Avellaneda.

La Catedral que hoy tenemos es producto de una larga e intrincada historia, en la que los cuantiosos problemas edilicios que afectaron a su antecesora quedan eclipsados por el fervor religioso del pueblo de Avellaneda, que supo sobreponerse a todas las vicisitudes. Hagamos un poco de historia.


Origen
Los futuros pueblos de Lomas de Zamora y Barracas al Sur comenzaron a crecer simultáneamente después de 1810. Formaban geográficamente con Quilmes los vértices de un triángulo casi equilátero. Eran las tres más grandes poblaciones del partido de Quilmes (alrededor de 200 personas cada una en 1820)

Tanto Lomas como Barracas pasaban largo tiempo sin estar comunicadas con Quilmes, porque las crecidas del Arroyo Santo Domingo impedían el paso. Por eso ambas tuvieron el mismo deseo: separarse de Quilmes y formar otro partido. Barracas al Sur lo logró en 1852 y Lomas nueve años después.

La primera capilla que tuvo Barracas al Sur estaba cerca del puente Gálvez (hoy J. J. Podestá y Carlos Pellegrini) y era atendida por el Padre Julio Baca. Fue instalada en la casa de que había sido de Juan Gutiérrez Gálvez después de 1810, pero siete años después ya estaba muy deteriorada. Las parroquias más cercanas, como San Pedro Telmo, Santa Lucía y Exaltación de la Cruz de Quilmes (de la que se dependía), quedaban lejos.


La “capilla del italiano”
En 1817, el panadero y pulpero de origen itálico Don Nicolás Paduán construyó una capilla en terrenos de su propiedad (hoy Av. Mitre 949 y 955). Los habitantes con los que contaba el pueblo en aquél entonces (mayormente trabajadores de un saladero instalado en la ribera del Riachuelo y algunos comerciantes) convirtieron rápidamente a “la capilla del italiano” –denominación con la que se conocía el templo- en el epicentro del culto religioso local.

Tiempo después, Paduán quebró en sus negocios y se vio obligado a vender sus tierras, pasando éstas por sucesivos propietarios hasta quedar en manos del teniente coronel Fabián Rozas. Éste –militar, saladero, pariente del “Restaurador de las Leyes”- reconstruyó la capilla y en 1835 solicitó permiso al Obispado para instalar en ella un oratorio público.

El permiso fue concedido al año siguiente, pero recién en 1839 un Fiscal Eclesiástico verificó las reparaciones hechas en el edificio (del cual según Rozas “no existía sino las paredes”) y señaló que tenía “campana, entrada y salida pública y está decentemente adornada y con los elementos precisos para celebrar el santo sacrificio de la misa”. Finalmente, el 8 de agosto de ese año, la capilla fue reinaugurada bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario.

Cuando en 1832 se creó el partido de Barracas al Sur, el distrito siguió dependiendo del Curato de la Exaltación de la Cruz de los Quilmes, hasta que dos años más tarde, el 13 de enero de 1854, el Obispado de Buenos Aires crea el Curato del Tránsito o Asunción de la Virgen Santísima. Entonces, la que fuera la “capilla del italiano”, que atendía el Padre José de Lara, fue designada sede parroquial aunque sólo provisoriamente, “hasta tanto se construya otra con la comodidad y la decencia correspondiente al Culto Divino y a la Administración de los Santos Sacramentos”, según expresaron en su momento las autoridades eclesiásticas. La capilla cumplió con dignidad su función de templo parroquial, aunque era pequeña para un pueblo de cinco mil habitantes. Así fue como se puso en marcha la edificación de la que llegaría a ser la Catedral de Avellaneda.


La antigua Catedral

En 1857 la Municipalidad de Barracas al Sur resolvió la construcción del templo parroquial. El 1º de julio encomienda urgentemente al arquitecto Felipe Senillosa el proyecto, la dirección y el presupuesto de la obra. Pero Senillosa muere el 20 de abril de 1828. El vacío es cubierto por su colega Miguel Barabino, quien dirigió la obra sobre el proyecto de Senillosa.

El presupuesto asignado, de acuerdo a crónicas de la época, oscilaba los 350 mil pesos. Unos lo consideraban excesivo; otros lo estimaron adecuado, como un comentarista de aquellos tiempos que señalaba: “no es caro si se considera que la arquitectura está proyectada de acuerdo con el gusto italianizante, colmada de ornamentaciones, pilastras, balaustradas, ménsulas y cornisamentos”. Parte de los fondos provinieron de una partida de la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires, pero en su gran mayoría fueron recaudados por colecta popular.

La construcción se inició en octubre de 1858. El 28 de agosto de 1859 asumió como párroco el P. Domingo Alemán. El 18 de marzo de 1860 fue bendecida e inaugurada la nueva Iglesia Parroquial, aún con la nave lateral, que daba al sur, inconclusa, la nave norte terminada a medias, una torre levantada sin cúpula y la otra recién comenzada, sin revoques y sin imagen, ya que esta se adquirió recién en 1866. Las primeras Fiestas Patronales bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción se celebraron en 1862.

No transcurrió mucho tiempo hasta que comenzaron a evidenciarse sus problemas estructurales. Las causas: el asentamiento de la construcción sobre el terreno y la calidad de los materiales empleados (una descripción de la obra menciona “un sólido edificio de paredes exteriores soldadas con argamasa de cal e interiores de barro”).

Con el cambio de siglo llegaron las primeras reformas: entre 1904 y 1913 se modificó el frente, se levaron las torres, se amplió la nave central, se erigió una nueva bóveda y se reconstruyeron el piso, la sacristía, el baptisterio y el despacho parroquial. Estudios posteriores demostraron que estas refacciones, en realidad, agravaron los problemas edilicios de la Iglesia parroquial.

Otro hito fundamental de su historia es la creación, en 1961, la de Diócesis de Avellaneda. En este momento fue designada oficialmente como Catedral y albergó al primero obispo, Monseñor Emilio di Pasquo. En esos años, el deterioro alcanzó niveles preocupantes: la humedad carcomía las paredes, los revoques se caían y las primeras grietas asomaron.


La clausura y demolición
Una inspección municipal al templo, realizada en 1966, detectó “señales que aconsejan la necesidad de cerrarlo; parte de los cimientos han cedido y las dos torres, así como la fachada, manifiestan inestabilidad. Las causas serán la antigüedad propia del edificio y la constante trepidación de automotores por la Avenida Mitre. Y la próxima construcción de un edificio de varios pisos en San Martín y Lavalle, estimándose que los golpes del martillo mecánico que introducirá los pilotes provocará vibraciones de consecuencias imprevisibles para la Catedral”. Atento a estas consideraciones técnicas, Monseñor Jerónimo Podestá, obispo de la diócesis en aquél momento, dictaminó su clausura.

El 11 de junio de 1967 se realizó la última misa, en la cual Monseñor Podestá expresó: “pienso que rehacer completamente este templo costaría mucho, en un momento en que grandes sectores de nuestra población padecen necesidades, por lo cual convendría ahora arreglar este templo esperando tiempos mejores”. Sin embargo una serie de estudios aconsejaban demolerlo “en consideración a su precaria estabilidad” y “el excesivo costo de las reparaciones”. El cierre habría de ser definitivo.

La demolición de la antigua catedral de Avellaneda comenzó el 9 de abril de 1971, y sus elementos religiosos fueron subastados públicamente


El nuevo templo
La construcción de la nueva catedral recién comenzó en 1979, cuando ya era obispo de Avellaneda Mons. Antonio Quarracino y su obispo auxiliar, Mons. Rubén Di Monte estaba a cargo de la diócesis, las obras se prolongaron hasta 1984. Finalmente, el 1º de mayo de ese año, festividad de San José Obrero, la nueva Catedral quedó inaugurada.

En esta oportunidad, a diferencia de lo que había sucedido con el primer templo, los materiales fueron elegidos para mantenerse en el tiempo: cemento, ladrillo, granito Sierra Chica, mármol de Carrara, carpintería metálica de acero inoxidable, puertas, bancos y cielorraso de viraró paraguayo, lajas de San Luis, pino Brasil y cobre en el techo.

La confección de las obras de arte que ornamentan la Catedral fue adjudicada por concurso internacional, al que se presentaron destacados artistas de Argentina, Perú e Italia. El Cristo central, lo mismo que la imagen de Nuestra Señora de la Asunción, fueron realizados por Ernesto Murillo y Diego Curuchet, mientras que la representación de Nuestra Señora de Luján fue especialmente hecha por el orfebre Juan Carlos Pallarols. El bordado de su manto es obra de las Hermanas Benedictinas de Santa Escolástica de Victoria, quienes también hicieron el frente del sagrario.

En la Capilla del Santísimo Sacramento hay una talla de la Resurrección realizada por el escultor Ricardo E. Longhini; en el espacio interior debajo de esa talla se encuentran las cenizas de dos párrocos de esta Parroquia: el Pbro. Enrique Levantini (fallecido en 1907) y Mons. Bartolomé Ayrolo (fallecido en 1943). En la misma capilla se encuentra una imagen del Sagrado Corazón tallada en madera por el escultor Omar Estela.

En la parte trasera del templo existen seis tumbas, en las que se encuentran sepultados: el primer obispo de Avellaneda, Mons. Emilio Antonio di Pasquo (fallecido en 1961), y Mons. Francisco Tumini (fallecido en 1988, durante muchos años párroco de la Asunción)

En los nichos del altar se encuentran imágenes talladas en madera de San José, San Pedro, San Pablo y Santa Teresa de Jesús. Los vitrales, bendecidos el 20 de diciembre de 2000, según una idea de Guillermo Buitrago y ejecución de Antonio J Estruch, representan seis de los siete sacramentos y la coronación de la Virgen en el Cielo, en tanto que la fuente bautismal –uno de los pocos elementos que se conservan del antiguo templo- expresa el primero de los sacramentos.

En la medianera sur han sido restaurados seis arcos de la antigua Catedral; los tres primeros recubiertos de ladrillos rojos y los tres últimos con mayólicas que representan el pasado y el presente de Avellaneda.

Cada domingo, y más aún cada celebración de las Fiestas Patronales, el pueblo de Avellaneda colma la nueva Catedral. Pese a la inevitable nostalgia por el antiguo templo que invade a quienes ya peinan canas, no hay dudas de que esta es la casa que María se merece.