Santos patronos: Nuestra Señora de la Asunción (15 de agosto); Santa Teresa de Jesús (15 de octubre)
Catedral: Nuestra Señora de la Asunción. San Martín 705, 1870 AVELLANEDA, Buenos Aires, tel: (011) 4201-3079
Datos históricos
Creada el 10 de abril de 1961, con la bula "Cum Regnum Dei", de Juan XXIII, comprende en la provincia de Buenos Aires los partidos de Avellaneda y de Lanús.
Su primer obispo fue Mons. Emilio Antonio Di Pasquo, quien siendo obispo de San Luis, el 14 de junio de 1961 fue trasladado por Juan XXIII a la nueva sede de Avellaneda, de la que tomó posesión el 15 de agosto de ese año. Falleció el 9 de abril de 1962.
Le sucedió Mons. Jerónimo Podestá, designado por Juan XXIII el 27 de setiembre de 1962. Recibió la ordenación episcopal el 21 de diciembre de ese año y tomó posesión como segundo obispo de Avellaneda el 23 de diciembre de 1962. Renunció el 4 de diciembre de 1967.
A consecuencia de esa renuncia, el 4 de diciembre de 1967 Pablo VI nombró al obispo auxiliar de La Plata, Mons. Eduardo Francisco Pironio, como Administrador Apostólico de Avellaneda. En ese carácter gobernó la diócesis hasta el 5 de octubre de 1968, fecha en la que entregó el gobierno pastoral al nuevo obispo, Mons. Antonio Quarracino.
El tercer obispo diocesano de Avellaneda fue Mons. Antonio Quarracino, a quien Pablo VI trasladó de la sede episcopal de Nueve de Julio el 3 de agosto de 1968. Tomó posesión el 5 de octubre de ese mismo año y gobernó pastoralmente la diócesis hasta el 5 de abril de 1986, en que asumió la arquidiócesis de La Plata, a la que fue promovido por Juan Pablo II.
Cuarto obispo de Avellaneda fue Mons. Rubén Héctor Di Monte, quien siendo obispo auxiliar de esta misma sede Juan Pablo II lo designó obispo diocesano el 4 de abril de 1986. Tomó posesión el 1º de mayo siguiente. El 7 de marzo de 2000 el mismo Pontífice lo promovió a la arquidiócesis de Mercedes-Luján.
Producida la vacante y al tomar Mons. Di Monte posesión de su nueva sede, el Colegio de Consultores eligió Administrador Diocesano al Rvdo. Mons. Roberto Marcial Toledo.
El quinto obispo es el actual, Mons. Rubén Oscar Frassia, a quien Juan Pablo II trasladó de la sede diocesana de San Carlos de Bariloche el 25 de noviembre de 2000. Tomó posesión el 3 de marzo de 2001.
El 24 de abril de 2001, Juan Pablo II unió a la diócesis de Avellaneda el partido de Lanús, desmembrado de la diócesis de Lomas de Zamora, creando la diócesis de Avellaneda-Lanús. La nueva circunscripción eclesiástica comprende el territorio que tuvo el antiguo Partido de Barracas al Sud desde 1865.
Catedral de Avellaneda Lanús
Desde el 1º de mayo de 1984, Avellaneda cuenta con una de las catedrales más modernas, funcionales y arquitectónicamente renovadoras de nuestro país. Con su diseño irregular, su imponente altar de mármol de Carrara, sus imágenes sacras y la distintiva cruz de 8,40 metros que corona su entrada, el templo es uno de los íconos del partido de Avellaneda.
La Catedral que hoy tenemos es producto de una larga e intrincada historia, en la que los cuantiosos problemas edilicios que afectaron a su antecesora quedan eclipsados por el fervor religioso del pueblo de Avellaneda, que supo sobreponerse a todas las vicisitudes. Hagamos un poco de historia.
Origen
Los futuros pueblos de Lomas de Zamora y Barracas al Sur comenzaron a crecer simultáneamente después de 1810. Formaban geográficamente con Quilmes los vértices de un triángulo casi equilátero. Eran las tres más grandes poblaciones del partido de Quilmes (alrededor de 200 personas cada una en 1820)
Tanto Lomas como Barracas pasaban largo tiempo sin estar comunicadas con Quilmes, porque las crecidas del Arroyo Santo Domingo impedían el paso. Por eso ambas tuvieron el mismo deseo: separarse de Quilmes y formar otro partido. Barracas al Sur lo logró en 1852 y Lomas nueve años después.
La primera capilla que tuvo Barracas al Sur estaba cerca del puente Gálvez (hoy J. J. Podestá y Carlos Pellegrini) y era atendida por el Padre Julio Baca. Fue instalada en la casa de que había sido de Juan Gutiérrez Gálvez después de 1810, pero siete años después ya estaba muy deteriorada. Las parroquias más cercanas, como San Pedro Telmo, Santa Lucía y Exaltación de la Cruz de Quilmes (de la que se dependía), quedaban lejos.
La “capilla del italiano”
En 1817, el panadero y pulpero de origen itálico Don Nicolás Paduán construyó una capilla en terrenos de su propiedad (hoy Av. Mitre 949 y 955). Los habitantes con los que contaba el pueblo en aquél entonces (mayormente trabajadores de un saladero instalado en la ribera del Riachuelo y algunos comerciantes) convirtieron rápidamente a “la capilla del italiano” –denominación con la que se conocía el templo- en el epicentro del culto religioso local.
Tiempo después, Paduán quebró en sus negocios y se vio obligado a vender sus tierras, pasando éstas por sucesivos propietarios hasta quedar en manos del teniente coronel Fabián Rozas. Éste –militar, saladero, pariente del “Restaurador de las Leyes”- reconstruyó la capilla y en 1835 solicitó permiso al Obispado para instalar en ella un oratorio público.
El permiso fue concedido al año siguiente, pero recién en 1839 un Fiscal Eclesiástico verificó las reparaciones hechas en el edificio (del cual según Rozas “no existía sino las paredes”) y señaló que tenía “campana, entrada y salida pública y está decentemente adornada y con los elementos precisos para celebrar el santo sacrificio de la misa”. Finalmente, el 8 de agosto de ese año, la capilla fue reinaugurada bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario.
Cuando en 1832 se creó el partido de Barracas al Sur, el distrito siguió dependiendo del Curato de la Exaltación de la Cruz de los Quilmes, hasta que dos años más tarde, el 13 de enero de 1854, el Obispado de Buenos Aires crea el Curato del Tránsito o Asunción de la Virgen Santísima. Entonces, la que fuera la “capilla del italiano”, que atendía el Padre José de Lara, fue designada sede parroquial aunque sólo provisoriamente, “hasta tanto se construya otra con la comodidad y la decencia correspondiente al Culto Divino y a la Administración de los Santos Sacramentos”, según expresaron en su momento las autoridades eclesiásticas. La capilla cumplió con dignidad su función de templo parroquial, aunque era pequeña para un pueblo de cinco mil habitantes. Así fue como se puso en marcha la edificación de la que llegaría a ser la Catedral de Avellaneda.
La antigua Catedral
En 1857 la Municipalidad de Barracas al Sur resolvió la construcción del templo parroquial. El 1º de julio encomienda urgentemente al arquitecto Felipe Senillosa el proyecto, la dirección y el presupuesto de la obra. Pero Senillosa muere el 20 de abril de 1828. El vacío es cubierto por su colega Miguel Barabino, quien dirigió la obra sobre el proyecto de Senillosa.
El presupuesto asignado, de acuerdo a crónicas de la época, oscilaba los 350 mil pesos. Unos lo consideraban excesivo; otros lo estimaron adecuado, como un comentarista de aquellos tiempos que señalaba: “no es caro si se considera que la arquitectura está proyectada de acuerdo con el gusto italianizante, colmada de ornamentaciones, pilastras, balaustradas, ménsulas y cornisamentos”. Parte de los fondos provinieron de una partida de la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires, pero en su gran mayoría fueron recaudados por colecta popular.
La construcción se inició en octubre de 1858. El 28 de agosto de 1859 asumió como párroco el P. Domingo Alemán. El 18 de marzo de 1860 fue bendecida e inaugurada la nueva Iglesia Parroquial, aún con la nave lateral, que daba al sur, inconclusa, la nave norte terminada a medias, una torre levantada sin cúpula y la otra recién comenzada, sin revoques y sin imagen, ya que esta se adquirió recién en 1866. Las primeras Fiestas Patronales bajo la advocación de Nuestra Señora de la Asunción se celebraron en 1862.
No transcurrió mucho tiempo hasta que comenzaron a evidenciarse sus problemas estructurales. Las causas: el asentamiento de la construcción sobre el terreno y la calidad de los materiales empleados (una descripción de la obra menciona “un sólido edificio de paredes exteriores soldadas con argamasa de cal e interiores de barro”).
Con el cambio de siglo llegaron las primeras reformas: entre 1904 y 1913 se modificó el frente, se levaron las torres, se amplió la nave central, se erigió una nueva bóveda y se reconstruyeron el piso, la sacristía, el baptisterio y el despacho parroquial. Estudios posteriores demostraron que estas refacciones, en realidad, agravaron los problemas edilicios de la Iglesia parroquial.
Otro hito fundamental de su historia es la creación, en 1961, la de Diócesis de Avellaneda. En este momento fue designada oficialmente como Catedral y albergó al primero obispo, Monseñor Emilio di Pasquo. En esos años, el deterioro alcanzó niveles preocupantes: la humedad carcomía las paredes, los revoques se caían y las primeras grietas asomaron.
La clausura y demolición
Una inspección municipal al templo, realizada en 1966, detectó “señales que aconsejan la necesidad de cerrarlo; parte de los cimientos han cedido y las dos torres, así como la fachada, manifiestan inestabilidad. Las causas serán la antigüedad propia del edificio y la constante trepidación de automotores por la Avenida Mitre. Y la próxima construcción de un edificio de varios pisos en San Martín y Lavalle, estimándose que los golpes del martillo mecánico que introducirá los pilotes provocará vibraciones de consecuencias imprevisibles para la Catedral”. Atento a estas consideraciones técnicas, Monseñor Jerónimo Podestá, obispo de la diócesis en aquél momento, dictaminó su clausura.
El 11 de junio de 1967 se realizó la última misa, en la cual Monseñor Podestá expresó: “pienso que rehacer completamente este templo costaría mucho, en un momento en que grandes sectores de nuestra población padecen necesidades, por lo cual convendría ahora arreglar este templo esperando tiempos mejores”. Sin embargo una serie de estudios aconsejaban demolerlo “en consideración a su precaria estabilidad” y “el excesivo costo de las reparaciones”. El cierre habría de ser definitivo.
La demolición de la antigua catedral de Avellaneda comenzó el 9 de abril de 1971, y sus elementos religiosos fueron subastados públicamente
El nuevo templo
La construcción de la nueva catedral recién comenzó en 1979, cuando ya era obispo de Avellaneda Mons. Antonio Quarracino y su obispo auxiliar, Mons. Rubén Di Monte estaba a cargo de la diócesis, las obras se prolongaron hasta 1984. Finalmente, el 1º de mayo de ese año, festividad de San José Obrero, la nueva Catedral quedó inaugurada.
En esta oportunidad, a diferencia de lo que había sucedido con el primer templo, los materiales fueron elegidos para mantenerse en el tiempo: cemento, ladrillo, granito Sierra Chica, mármol de Carrara, carpintería metálica de acero inoxidable, puertas, bancos y cielorraso de viraró paraguayo, lajas de San Luis, pino Brasil y cobre en el techo.
La confección de las obras de arte que ornamentan la Catedral fue adjudicada por concurso internacional, al que se presentaron destacados artistas de Argentina, Perú e Italia. El Cristo central, lo mismo que la imagen de Nuestra Señora de la Asunción, fueron realizados por Ernesto Murillo y Diego Curuchet, mientras que la representación de Nuestra Señora de Luján fue especialmente hecha por el orfebre Juan Carlos Pallarols. El bordado de su manto es obra de las Hermanas Benedictinas de Santa Escolástica de Victoria, quienes también hicieron el frente del sagrario.
En la Capilla del Santísimo Sacramento hay una talla de la Resurrección realizada por el escultor Ricardo E. Longhini; en el espacio interior debajo de esa talla se encuentran las cenizas de dos párrocos de esta Parroquia: el Pbro. Enrique Levantini (fallecido en 1907) y Mons. Bartolomé Ayrolo (fallecido en 1943). En la misma capilla se encuentra una imagen del Sagrado Corazón tallada en madera por el escultor Omar Estela.
En la parte trasera del templo existen seis tumbas, en las que se encuentran sepultados: el primer obispo de Avellaneda, Mons. Emilio Antonio di Pasquo (fallecido en 1961), y Mons. Francisco Tumini (fallecido en 1988, durante muchos años párroco de la Asunción)
En los nichos del altar se encuentran imágenes talladas en madera de San José, San Pedro, San Pablo y Santa Teresa de Jesús. Los vitrales, bendecidos el 20 de diciembre de 2000, según una idea de Guillermo Buitrago y ejecución de Antonio J Estruch, representan seis de los siete sacramentos y la coronación de la Virgen en el Cielo, en tanto que la fuente bautismal –uno de los pocos elementos que se conservan del antiguo templo- expresa el primero de los sacramentos.
En la medianera sur han sido restaurados seis arcos de la antigua Catedral; los tres primeros recubiertos de ladrillos rojos y los tres últimos con mayólicas que representan el pasado y el presente de Avellaneda.
Cada domingo, y más aún cada celebración de las Fiestas Patronales, el pueblo de Avellaneda colma la nueva Catedral. Pese a la inevitable nostalgia por el antiguo templo que invade a quienes ya peinan canas, no hay dudas de que esta es la casa que María se merece.