Hasta 1888 existían en Barracas al Sur cierto número de depósitos de lanas y cueros, los más importantes eran las barracas de Nieves y Aspiazú, la “Tacuarí”, y la de Antonio Cabo, en las inmediaciones del puente Barracas.
En ese año se inició la construcción de las grandes barracas con la instalación en el pueblo de una gran barraca de la firma Wenz y Compañía, atraída por la futura construcción del Mercado Central, la barraca de Weinz llevó el nombre de “América”.
El 10 de marzo de 1887 el Gobierno Nacional aprobó por Decreto la constitución de la Sociedad Mercado Central de Frutos. Nacía así la más grande barraca en la historia del comercio de los frutos del país en la Argentina.
Esta obra aplicada al comercio a gran escala estaba destinada a centralizar la producción en un solo sitio determinado, a pocos metros del Riachuelo.
Esa centralización se logró mediante la construcción de un vasto depósito y casa de ventas, ubicado en un sitio ideal, con enormes playas, con excelente sistema de cambios y desvíos, proyectado por ingenieros ferroviarios ingleses, que permitieron albergar continuamente cientos de vagones repletos, venidos de todos los rumbos, gracias a una serie de concesiones hechas a los ferrocarriles, entre los que primaron el de la Provincia, luego vendido a la Empresa Gran Oeste Argentino y al Gran Sur, regentes de todo el sistema transportista de la pampa húmeda y este último, poco más tarde, dueño de un considerable paquete de acciones de la empresa del Mercado.
En el año 1901 llega a su apogeo el comercio de frutos del país con la habilitación del Mercado Central de Frutos y la construcción de enormes galpones de barracas con prensas de enfardelaje y lavadero de lanas, anexos algunos a las barracas y a las fábricas textiles.
Se llegaba a la parte culminante del período lanero, que comenzó pasada la primera mitad del siglo XIX, cuando los telares mecánicos reclamaban el producto que debió ser enviado a los países europeos y a los Estados Unidos en cantidades cada vez más crecientes.